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Alcalá

El caso de Alcalá de Henares es asombroso. Muchos, incluso entre aquellos que conocen la ciudad, se pueden haber sorprendido de que la Unesco le haya reconocido su condición de Patrimonio Histórico de la Humanidad, su más alto galardón. Hace veinte años no era mucho más que una ciudad dormitorio, en una situación más bien degradada, con edificios históricos convertidos en cuarteles, conventos casi ruinosos y colegios mayores antiguos que servían de almacenes.En 1836, la ciudad había perdido su condición universitaria. La Complutense, que debía su nombre al de la Complutum que fundaron los romanos, había sido trasladada a Madrid. En el soberbio edificio de la universidad fundada por el cardenal Cisneros en 1499 tenía su sede el Instituto de Estudios de la Administración. En 1977 volvió a Alcalá de Henares la actividad universitaria. Se utilizaron algunos edificios y se levantaron barracones en el nuevo campus a la salida de la ciudad. La labor con que se enfrentaron las autoridades universitarias y las del municipio fue la de devolver a Alcalá de Henares la dignidad de alma máter cisneriana donde se había compilado la Biblia Políglota Complutense y se había consolidado la lengua castellana como idioma universal; la dignidad de la ciudad donde había nacido Cervantes.

El trabajo hecho en estos años en favor de la recuperación del conjunto histórico ha sido realmente extraordinario. El rector, Manuel Gala, y, con él, los alcaldes de la ciudad y los responsables de la Comunidad de Madrid han conseguido transformar el centro histórico de Alcalá en una operación que ya mereció importantes distinciones del Consejo de Europa y que ahora recibe un título que solamente tienen setenta ciudades del mundo.

Hoy, la universidad tiene 20.000 estudiantes que acuden a los edificios del moderno campus, donde crece ya, por cierto, lo que será el mayor Jardín Botánico de Europa, y también a las antiguas facultades y colegios mayores, rescatados del secular abandono. Gaudeamus igitur.

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