Phillip Glass considera que el minimalismo "ha transformado el futuro de la música"
El compositor asiste en Madrid al montaje de su ópera "Corvo Branco", estrenada el sábado
Phillip Glass no se arredra ni se emociona al afirmar que la música que ha hecho su generación, aquella que trabaja desde los años sesenta, ha transformado la dirección hacia la que se encaminaba la contemporaneidad. "Tuvimos que destrozar lo que hacían nuestros antecesores, Boulez o Stockhausen", dice, "era tan bueno...". Hoy, el artista de Baltimore, con 58 años y 16 óperas a sus espaldas, nos ofrece una muestra de su asesinato musical en el Teatro Real. Es Corvo Branco, el montaje que ha firmado con Bob Wilson, uno de los referente del teatro actual.
Glass es parsimonioso y en sus respuestas no hay segundas intenciones. Son tranquilas pero contundentes. Ha venido a Madrid a ver cómo sigue su Corvo Branco, la ópera, "o como usted quiera llamarlo" que estrenó en la Expo de Lisboa y que es producción de los portugueses y del Teatro Real. No obstante, hay que andarse con cuidado al preguntarle porque es tan sesudo que puede llegar a ofrecer hasta cuatro respuestas diferentes. "Bob y yo empezamos a trabajar en esta obra en el 1991 y teniendo en cuenta que hemos hecho tres óperas juntos con un intervalo de ocho años entre una y otra, debemos estar cerca de un nuevo proyecto". Todo lo calcula, como su música, que es pura repetición matemática. Quizás por eso, en vez de un cuaderno, lo que Glass tuvo ante sus ojos durante su encuentro de ayer con los periodistas era un aparato que podría ser una calculadora o una agenda electrónica.Los cálculos no le fallan y efectivamente, su nuevo proyecto tiene ya hasta nombre. "Se llamará El palacio de las noches árabes y tiene que ver con Corvo Branco, juntos abarcan un periodo de la historia de más de mil años", asegura. Aunque Wilson y Glass trabajan sobre varias ideas, esta vez no cuentan con Luisa Costa Gomes para el texto, pese a ser la autora del libreto que ahora está en cartel. Una obra que reflexiona sobre el tiempo, el espacio, la historia, los descubrimientos, los cuentos, el pasado, el futuro, la tierra, el mar y el aire...
Glass parece disfrutar mucho trabajando con Wilson, al que a veces describe cariñosamente como si fuera de otro planeta. "Hablamos muy poco, se sorprenderían de lo poco que hablamos. Yo le cuento las ideas y él las dibuja sobre la marcha", dice. Sin embargo, su compenetración es absoluta y especial. "He trabajado con muchos directores de escena, pero con Bob, es otra cosa", asegura. Juntos crearon una obra de referencia en 1976, Einstein on the beach, que fue el comienzo de un camino sobre el que han desarrollado una concepción moderna de la ópera.
Sentido escénico
Cuando Glass se pone sus gafas redondas guarda cierto parecido con Gustav Mahler. Gasta pelo rizoso y sonrisa medida, cuando explica su concepto de la ópera moderna: "Para mí, es todo lo que se hace en teatros de ópera", dice, "aunque quizás lo que hacemos Bob y yo, tenga un fuerte sentido escénico", admite, "y se pueda llamar de otra manera", se explica, "la verdad es que yo, más que de la ópera tradicional, vengo de las artes escénicas y eso es importante a la hora de hacer lo que hago". Ya son 16 las óperas que ha compuesto y respecto a Corvo Branco, cuando alguien pone en duda que ésta lo sea, él cree que sí cuenta con todos los elementos de lo que debe ser una ópera contemporánea: "Tiene movimiento, texto, música e imagen", describe como si en vez de hablar de un arte, hablara de un ser vertebrado.Hagan lo que hagan y lo llamen como lo llamen, lo cierto es que Phillip Glass y Bob Wilson son un dúo que ha abierto caminos, que, de hecho, se programan junto a títulos como La Boheme, Aida, Tannhäuser, Carmen o Elektra, como ha pasado esta temporada en el Real. "Cuando veo nuestra obra rodeada de títulos así, me entran escalofríos", dice Glass. "Es muy importante que el público que ve obras de repertorio vea cosas más contemporáneas".
Quizás a Glass, le invada una especie de orgullo cuando encuentra su nombre entre los clásicos y crea que es producto de la revolución minimal, aquella que él, entre otros lideró y que trataba de aniquilar las tendencias que les precedieron. "El minimalismo ha sido crucial para el futuro de la música", afirma sin perder las formas, "lo hicimos teniendo en cuenta cuatro factores: debíamos ser experimentales, estudiar músicas étnicas, mezclarnos con el pop y emplear las nuevas tecnologías". Ésa es la receta de sus aportaciones, que tenían un fin. A saber, "que el público no supiera al entrar a la sala lo que iba a escuchar, como no ocurría con las tendencias anteriores, en las que todo era más previsible", calcula.
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