Respuesta
Señor Edwards: ha intentado usted explicarle al resto del mundo unas pretendidas razones chilenas ante el enjuiciamiento de Pinochet en Europa [publicado en Opinión el 14 de noviembre]. Aunque su artículo bien podría leerse como las razones chilenas para oponerse a la modernidad cultural y política, en este breve espacio me remito a responderle en un asunto que me afecta directamente.Quisiera, pues, pedirle que me aporte alguna pista para aclarar mi posición dentro de los sectores humanos en que, según su geométrica definición, se divide el Chile actual. Desde hace más de 20 años vivo en Europa después de que mi hermano por parte materna, Marcelo Salinas Eytel, y su esposa Drouilly fueran secuestrados y hechos desaparecer por la policía de Pinochet en 1974. Obviamente, no soy pinochetista, pero tampoco soy izquierdista vociferante ni nostálgico, ni revanchista, creo que ya no soy ni siquiera izquierdista. No obstante, por otra parte, y aunque me esfuerce, no logro alinearme entre los que, según usted, completando su esquema, representan a la mayoría de chilenos lúcidos que defienden las "razones jurídicas de Chile". Como ya tengo dicho, no soy de izquierdas ni de derechas, y para mí la política es un mal necesario, que puede transformarse, como lo expresara en una ocasión el gran escritor chileno José Donoso, en una forma de inmoralidad. Me parece, pues, en este caso, inmoral que un intelectual como usted, asumiendo la defensa de una pretendida "transición" que no requiere al parecer más legitimación que su "complejidad" y "especificidad", sugiera que las víctimas de la dictadura no estén, por motivos emocionales, capacitadas para comprender "las razones jurídicas de Chile", que en este caso equivaldría a decir "razones" a secas.
Ciertamente, señor Edwards, a su mapa humano le falta todo un continente, que es en el que creemos habitar los demás chilenos y ciudadanos del mundo que compartimos el anhelo de una convivencia civilizada más allá de los añejos bloques ideológicos, basada en un consenso, pero también en una justicia de verdad. Y ésa, desgraciadamente, sólo la garantizan los tribunales de países con democracias de verdad. Así, hemos visto hoy cómo, a pesar de su condición de "hijo de poeta y diplomático" (Edwards dixit), el juez chileno Guzmán no ha obtenido el permiso de la Corte Suprema para investigar los crímenes de Pinochet. Así las cosas, los partidarios de la justicia y yo no tenemos otro remedio que quedarnos con Garzón.-
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