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Flamenco de cuerpo entero

En el año 1964, Fernando Quiñones publicó su primer libro dedicado al flamenco, se titulaba De Cádiz y sus cantes. Eran los tiempos en que la investigación del flamenco adquiría importancia, Antonio Mairena tenía ya la Llave de Oro del Cante y la bibliografía se enriquecía con títulos que serían valiosos. El de Quiñones, que -parece broma, pero así fue- vio la luz gracias al patrocinio de Coca-Cola, puede decirse que hoy es un clásico acerca del flamenco gaditano, que él entendió mejor que nadie porque sus vivencias de adolescencia y juventud le tuvieron muy cerca de él.Después vendrían otros títulos: El flamenco vida y muerte; Antonio Mairena, su obra, su significado, y artículos, entrevistas, críticas, charlas a ritmo de urgencia. Fernando Quiñones fue para el flamenco tan prolífico como su necesidad de supervivencia gracias a la pluma le exigía. Durante dos meses de 1973, él y Félix Grande hicieron una gira por varios países de la América hispana. Explicaban el flamenco y lo ilustraban ellos mismos, Quiñones cantando y Grande tocando la guitarra; para ellos fue una experiencia gloriosa.

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Escucharle, una fiesta

Fernando Quiñones vivió el flamenco intensamente. Y lo amó. Tanto, que creo que fue ésa la causa por la que siempre rehuyó de hacer crítica formal sobre este arte, con el que no quería enfadarse. Porque él creía -y así lo expuso en uno de sus libros- que el flamenco tal y como él lo conocía y lo sentía se hallaba en fase terminal, y nunca volvería a ser como en su edad de oro.Gran aficionado, por origen y por devoción, tenía simpatía a raudales y esa gracia gaditana de buena ley que calaba rápidamente en cuantos le escuchaban. Oírle hablar de flamenco era una fiesta. Raramente leía sus conferencias, pero tenía una capacidad de comunicación que enganchaba. Cantiñeaba también, sin voz pero con gusto, y no tenía empacho alguno en ejemplificar cualquier cante, tuviera o no guitarra al lado.

Si al margen del ejercicio del cante, el toque o el baile, ser flamenco es, como muchos creemos, una forma de ser y estar en la vida, Fernando Quiñones podría ser ejemplo y paradigma de lo que esto significa. Hasta en su adicción a la fiesta, a la que no renunciaba en ningún caso. Y llegada cierta hora de la sobremesa, si no encontraba una cama a mano, se las arreglaba para dar unas cabezadas aunque fuera en un banco público. Un flamenco de cuerpo entero, en definitiva, por convicción y por vocación. Un querido amigo a quien echaremos de menos.

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