A pie de obra
Fernando Quiñones ha sido un genio de la escritura y de la vida. A pie de obra hasta ayer (sus recientes libros Coro a dos voces y La visita y un Diario, inédito, "de hospital", lo prueban), tiene una bella, exigente y chispeante obra narrativa enraizada en el realismo fantástico con cumbres como La canción del pirata y Las mil noches de Hortensia Romero, finalistas del Premio Planeta (sumó numerosos galardones, desde los ya remotos Adonais o Leopoldo Panero, hasta los Sésamo, Café Gijón, o el muy reciente premio de poesía Jaime Gil de Biedma). Su manera de ahondar en la cultura nuestra a través del folclor, los dichos populares y el ensayo histórico, y organizar la voz en función de un tratamiento y una textura orales, produce una obra culturalista y refinada llena de humor, sueños gozosos de ficción que también estaban en su poesía inicial, la de Ascanio y Cercanía de la gracia, por donde fluyen visiones del paisaje, hallazgos de vidas diferentes enfocados por el ojo avizor, y una articulación soberbia de la voz del relato. Pocas veces hallamos obras de urdimbre semejante a Las crónicas, que publicó el autor a partir de 1968. Aquí, Fernando Quiñones trabaja mano a mano con los tres géneros de la modernidad, la poesía, la narrativa y el ensayo histórico, haciendo de esta suma su experimento literario central, que abunda en el sentido coral de una escritura que nunca rompe con la vida ni con la historia a lo largo de una treintena de títulos.Tierna, satírica, socarrona y erudita, como su propio ser, la obra de Fernando Quiñones no regatea en la fiesta de la transmisión. Su juanramoniana "ajilidad alerta" le hace fundir cantares de ciego, crónicas históricas medievales, traducciones de poetas andalusíes y los viajes realizados por el autor por medio mundo.
Asistido por el barroco, jugó la carta de la independencia frente al grupo y frente a los distintos mercados políticos y económicos. Una carta vivida como necesidad casi biológica, protegiendo la escritura y la amistad con generosidad de jefe de manada. Lo admiran poetas y novelistas "venecianos" y comprometidos. "Incluso con un toque melancólico ligero, aunque seguro, te acordaste de todo", escribe en la última de sus Crónicas. Así, hoy, 17, el maestro ha echado a volar al ventarrón del tiempo que seguirá, sin duda, soplándonos, soplándoles, sus páginas festivas.
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