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Claudio RodríguezPoeta

"Yo no puedo escribir poemas adrede"

Al lado de su mujer, Clara Miranda, rodeado de libros de poesía (Quevedo, Fray Luis, Milton, Poe...), de algunos clásicos griegos (Platón, Parménides...), y con la mesa caótica cubierta de papeles, papelotes y papelitos escritos a bolígrafo en su caligrafía diagonal. Así escribe y así vive Claudio Rodríguez en su casa del barrio de Prosperidad. Poeta místico, amante de la naturaleza y de la claridad, hombre encantador y campechano, sentencioso como sin quererlo, Rodríguez tiene fama de cultivar mucho más la amistad, los bares y la vida que la escritura, el trabajo y los ambientes literarios. "Bueno, por temperamento, no sé si porque he sido deportista y de provincias, me gustan todas las personas. Aunque tengo muchos amigos en las letras, prefiero hablar con la gente normal, el frutero, el carnicero, los niños... La espontaneidad y lo natural se han perdido mucho. Madrid es un sitio inhóspito, y los círculos pequeños son muy artificiales. La verdad es que donde mejor estoy es en Zarauz en verano".Rodríguez es un caso insólito en la literatura de este tiempo. Desde 1954, año en que publicó su primer libro (Don de la ebriedad), una "obra escrita andando por el campo" que ganó el Premio Adonais, el poeta de Zamora (1934) sólo ha publicado cuatro libros más, a razón exacta de uno cada diez años. Aunque son tiempos de enorme presión editorial, y aunque tras el Adonais llegaron el Premio Nacional (1983), el sillón de la Academia (1989) y el Príncipe de Asturias y el Reina Sofía (1993), Rodríguez sigue sin querer saber nada de la fama. "¿Pero qué es esa expresión horrible del cultivo de la imagen? Una persona es una persona, no una imagen...".

Tal vez el problema, la suerte de Rodríguez, proceda de su honda concepción del oficio de vivir y de escribir. "Yo, como decía el otro día mi querido Muñoz Rojas al recibir el Premio Nacional, tampoco soy un poeta profesional. No tengo una necesidad perentoria de escribir. La poesía es lo que está dentro del lenguaje, y poder acercarse a eso depende de muchos factores. De las circunstancias vitales, sociales, de una cierta fecundidad... Pero en realidad, todo es poesía: la contemplación, la meditación, la acción... El espíritu humano, como decía Fray Luis, está en sazón de recibir. Y yo no puedo escribir poemas adrede, imponerme escribir. Me gusta verme como una especie de bardo que forcejea con las palabras. Escribir poesía es una aventura, un riesgo, que por otra parte requiere una intensa vigilancia de la inteligencia, una destreza, un conocimiento del idioma. Y ahí está el nudo de la cuestión".

"La vida no es poesía, pero la poesía es vida, y si no, no es nada", añade luego, sin ninguna solemnidad, mientras fuma un pitillo negro tras otro.

-¿Es posible ser místico a estas alturas?

-Ahora a todo el mundo le llaman místico, pero la unión con lo divino es otro cantar. No depende de la voluntad humana sino de la divina. Mi poesía tiene un trasfondo religioso, pero yo no soy un tipo confesional. He sido pagano en que me ha gustado divertirme. Pero la poesía tiene algo de sagrado, busca lo secreto, es una celebración de la vida; de lo alegre y lo festivo, pero también de lo patético y el sufrimiento, de todas las realidades de la existencia humana. Y, en ese sentido, es un acto de fe. El poeta es como el sacerdote que abre el Sagrario para ver dentro... Tal vez por eso los grandes poetas suenan a rezo, a oración, a imprecación...

Rodríguez está preparando un nuevo libro (Aventura) que será un extenso poema sobre la vejez. Lo ha anunciado, en una reciente reedición de sus dos primeros libros (Castalia), su paisano y estudioso Luis García Jambrina. El prólogo al Don de la ebriedad y a Conjuros está lleno de referencias biográficas y textuales que demuestran que la poesía de Claudio Rodríguez se nutre sobre todo de su experiencia vital. Y él acepta que a menudo la escritura le ha servido como catarsis, como salvación, a veces -como tras la trágica muerte de su hermana Mari del Carmen- incluso como forma de escapar de la locura, del hundimiento total.

"La poesía requiere dolor"

Y a pesar de que prefiere no hablar de dramas ni obsesiones, "de eso que hablen los expertos", sí reconoce que para escribir "poesía que llegue" hay que haber sufrido, haber estado herido. "Ezra Pound decía en broma que la poesía es como el pescado: la buena huele bien, la mala no. Y Lorca dijo que la buena poesía es como el flamenco bueno, que tiene duende. Yo a ese duende lo llamé ebriedad. Creo que es verdad que la poesía requiere dolor, o al menos esa cosa mágica que se ha llamado un rapto, un entusiasmo platónico, o, si se quiere, un fervor cristiano. Es algo parecido a la inspiración..."Pero el problema es que aquí no valen teorías: "Estamos hablando de creación. Y del dicho al hecho hay mucho trecho. Goethe decía que lo importante es dar forma, y después ya vendrán las teorías y los dogmas... Pero el poeta no debe ser dogmático. Rebelde, sí. La poesía debe entrañar moralidad; no en un sentido ideológico sino como espejo de una parte esencial de la condición humana".

Lo cual no significa que no sea sólo ficción. "La historia y la memoria no se pueden tergiversar, aunque se esté haciendo. Pero el poeta es un fingidor. Por eso, lo importante es el poema. El poema es el que actúa. Y muy frecuentemente contradice la ideología del poeta: la verdad poética es distinta de la verdad. Pero es dentro del poema y no fuera donde se puede establecer una visión del mundo. La poesía oral es la que queda: sin música y sin ritmo, no es nada".

Cinco versos

Ya bien templado el viento del Oeste,aún no hay maduración y no hay misterio

y no hay siquiera recuerdo en vano

con la perfidia del pensar tardío

sino nueva salud

Éstos son los cinco primeros versos del poema Meditación a la deriva, que pertenece al nuevo libro de Claudio Rodríguez, Aventura, aún en preparación.

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