Corazón extraviado
En un inglés aristocrático, Bill Bruford recordó de entrada que, aunque se le conoce por su intensa asociación con Yes, King Crimson y otros grupos del rock progresivo británico, su corazón siempre ha estado con el jazz. A la vista de lo que luego ofreció habrá que llamar aparte a su corazón para preguntarle qué entiende por jazz. Bruford es el tercer batería de las islas que reivindica su alianza moral con una música diferente a la que le ha hecho famoso. Pero mientras Ginger Baker ha buscado la colaboración de prestigiosos músicos de vanguardia y Charlie Watts se ha refugiado en su añoranza de Charlie Parker, él ha optado por una forma de fusión desportillada, quizá aceptable para el programa de un pub londinense, pero insuficiente para un festival de jazz importante.El grupo Earthworks contó al principio con músicos de interés, pero ahora malvive con instrumentistas impersonales y endebles. El saxofonista Patrick Clahar evidenció que se conforma con asomar su pañuelo de corsario desde las filas de atrás del inmenso coro que entona a diario loas al maestro John Coltrane. Tampoco Steve Hamilton dejó escapar de su teclado emoción alguna, y el contrabajista Mark Hodgson apoyó como pudo con figuras rítmicas de colegial y una sonoridad decididamente fea.
Bill Bruford's Earthworks
Bill Bruford (batería), Patrick Clahar (saxos tenor y soprano), Steve Hamilton (teclados) y Mark Hodgson (batería). Galileo Galilei. Madrid, 12 de noviembre.
Al jefe de la banda se le notó que no es un batería de jazz ya desde la configuración de su instrumento: los tambores se extendían invadiéndolo todo con un talante megalómano más propio de los buenos tiempos del rock sinfónico. Los platos resonaron con la pompa de un gong y los parches emitieron ritmos simétricos, pero cojitrancos. De swing, ni rastro. Fue el pinchazo de un festival que, por lo demás, marcha como la seda.
Babelia
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