Menos mal
Menos mal que no triunfaron las revoluciones de nuestra juventud. Sus comisarios políticos estarían ahora dándose revolcones con Fraga (ya se los dan, de hecho) mientras los tontos útiles nos pudriríamos en las cárceles, cual presos cubanos, esperando una indulgencia del Papa o una carta de recomendación de Raphael o Julio Iglesias. El que no la corre de joven la corre de viejo, y así como Fraga está dando ahora rienda suelta a sus ardores de estómago revolucionarios, Fidel no ha podido ocultar más su pasión venérea por Franco, al que busca bajo las piedras jacobeas para morir abrazado a su cadáver.Menos mal que no llegaron al poder aquellos listos de barba leninista que lo mismo daban una conferencia sobre la cocina asturiana que un seminario sobre la novela existencial, porque hoy tendríamos prohibida la fabada y la literatura. El tiempo ha hecho su trabajo, y, si los más rojos acabaron en la casa común para ganarse un sueldo, no sabemos qué habrían sido capaces de hacer los colorados por una paga extra. Visto lo visto, menos mal que no triunfó nadie, nada. Aquí perdieron todos, hasta los obispos, que ahora andan mendigando los pobres una cruz (una cruz, imagínense ustedes) en una de las casillas de la declaración de Hacienda.
A veces imagina uno qué hubiera sucedido también si hubiesen ganado la revolución los directores de los cineclubs de entonces. Y no es lo peor que nos hubieran obligado a ver películas de arte y ensayo todo el día, sino que el arte y ensayo de ahora sería para ellos Titanic. Ya ves, pero si no quieres no vas. Total, que, si pudiendo elegir hemos decidido que gobierne Aznar y que Miguel Ángel Rodríguez sea un suceso literario, ¿qué habría sido de nosotros si nos llega a salir la dictadura del proletariado? Viva el vacío, viva, viva.
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