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Un laboratorio de la Politécnica de Sevilla consigue empleo para 144 estudiantes

El grupo de Tratamiento de Aguas Residuales da un barniz práctico a distintos titulados

Carmen Morán Breña

De cuando en cuando, Julián Lebrato sale, carpeta en mano, a vender su mercancía a las empresas. Una costumbre que ha debido heredar de su padre "que era comerciante". Pero en este caso el producto es bien distinto. Lo que este profesor de la Universidad Politécnica de Sevilla ofrece a los empresarios son profesionales capacitados para los que pide un puesto de trabajo. Ésa es la misión del grupo de Tratamiento de Aguas Residuales (TAR) de la Politécnica, recoger titulados de varias carreras, tanto licenciados y técnicos como chicos de Formación Profesional, y darles un barniz práctico que les lance con éxito al mercado laboral. Seis años con esta filosofía de trabajo en equipo han bastado para colocar a 144 profesionales que ahora se mueven como peces en el agua por las empresas y ayudan a los compañeros que ahora hacen este curso a que realicen prácticas en sus empresas. Es como el Inem en versión universitaria. El TAR recibe biólogos, geólogos, mecánicos, electrónicos, químicos "e incluso licenciados en Ciencias del Mar". Llegan por un procedimiento un tanto rudimentario: boca a boca se van enterando de que existe este grupo de trabajo en el que los más sofisticados aparatos de laboratorio están a su disposición para salir a las empresas con una preparación cum laude. Ayudas "Fabricamos y vendemos técnicos en agua", dice Lebrato, acostumbrado a utilizar símiles desenfadados que han conseguido crear un clima de compañerismo en el laboratorio, más cercano a una familia bien avenida que a las intrigas departamentales que a veces atoran el caudal de conocimientos universitarios. "Desde el primer día los soltamos a problemas reales. Sí, porque 10 partidos amistosos no son tan interesantes como uno de liga. Si consiguen resolver los problemas reales están maduros", continúa Lebrato. Estos chicos han estado inmersos con sus aparejos de laboratorio en las aguas de la balsa de Aznalcóllar, recogiendo muestras y parte de los gastos del grupo se financian con trabajos realizados para las empresas. "Todo lo que se consigue de esta forma se queda en el grupo; con ello compramos más tecnología. Pero si ellos consiguen un empleo, su sueldo es suyo. Lo que les pedimos a cambio es que ayuden a los compañeros que se quedan aquí a conseguir lo mismo", explica Lebrato. Lo que une a cada estudiante que llega al TAR es su condición de parado momentáneo y lo que les diferencia es su titulación, un elemento que el grupo se considera una fuente enriquecedora de intercambio de conocimiento. Para Lebrato el sistema educativo encierra una perversión: "Si ésta es la generación más preparada que ha habido en siglos, no puede haber tantos parados. Alguien nos está engañando. Lo que hay que hacer es desarrollar tecnología y formar técnicos si no la tostada se la come otro". Lebrato no concibe que se sigan importando de otros países técnicos que cobran por echar lejía en las planta de aguas de los pueblos. "Lo que hay que conseguir es que esos puestos los asuman nuestros titulados y que España lidere un mercado que puede extenderse hasta el norte de África. Sólo hay que dejar paso a las nuevas generaciones". Este catedrático no quiere oír hablar de los expertos. "No veo los resultados de los expertos, para eso prefiero los inexpertos. Por muy malos que sean siempre serán mejor que el jefe de la planta de Aznalcóllar". Lebrato se ha encontrado con numerosos obstáculos para sacar adelante este proyecto. El curso que se imparte es totalmente gratuito, algo que muchos no comparten pero que para Lebrato es consustancial a la Universidad pública, "que debe llevar a sus profesionales hasta el empleo". Otros no comparten que los estudiantes manejen la sofisticada tecnología del departamento, pero Lebrato tiene una máxima irrefutable: "Si un aparato se muere de uso es un orgullo, si se muere anegado en polvo es un fracaso". Hasta el TAR llegan "licenciados con mucho coco pero con las manos amarradas y gente de Formación Profesional con muy buenas manos a los que no les han dejado usar el cerebro. Esto es una perversión, hay que unir las dos cosas", afirma Lebrato apasionado. En el TAR rompen ese círculo vicioso y consiguen profesionales capacitados que van llenando la carpeta que Lebrato lleva a las empresas en busca de empleo para ellos. "A veces vas a vender un perito y vendes un licenciado". "Si te dicen que sobran licenciados alguien nos está engañando. Yo creo que es la televisión", repite Lebrato entre bromas. "Es como los maestros, no pueden sobrar si todavía hay gente que no sabe leer ni escribir. Hay que aprovechar a estos estudiantes porque la generación de sus padres hizo un gran esfuerzo por darles estudios".

Reciclaje continuo

"Soy Ana Suárez, tengo 29 años y estudié Químicas. Pasé por el TAR y luego me incorporé a una empresa de gestión de laboratorios que montaron otros compañeros pero hubo un problema con los dueños y nos quedamos sin laboratorio. Hemos vuelto al TAR y ahora hacemos trabajos para empresas, lo que nos va saliendo. Tenemos otros clientes. Utilizamos los equipos de aquí y cobramos por los trabajos que hacemos. A cambio, enseñamos a los otros titulados que están aprendiendo ahora". Mientras, sigue reciclándose.Aderezo de olivas

"Me llamo Antonio Miguel Marín. Soy perito Mecánico. Me quedan dos asignaturas para terminar, que era el requisito para conseguir la beca de la Diputación por la que estoy aquí. Ahora soy, además, un poco biólogo, un poco químico. Intento encontrar soluciones para depurar el agua que resulta del aderezo de las aceitunas y procurar que sea reutilizable. En Andalucía hay balsas con millones de litros de estas aguas. Si lo consigo, los derechos serán del TAR". Si lo consigue, puede, de paso, encontrar un trabajo en su pueblo.

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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