Anna Castelli propone objetos con un diseño ético y racional
Una exposición reúne en Madrid 180 piezas y proyectos de edificios
La biografía de Anna Castelli (Milán, 1918) recorre la historia del diseño y la arquitectura en Italia durante este siglo. La exposición, que reúne hasta el 23 de noviembre en el Istituto Europeo di Design, en Madrid (Larra, 14), 180 piezas de diseño industrial y más de 300 imágenes, es también el testimonio personal sobre unas propuestas de carácter "moral y social" desde el racionalismo que impulsó el movimiento moderno.
La historia personal de Anna Castelli forma parte de la exposición de sus obras de arquitectura y diseño que, tras su paso por Madrid -dentro de las semanas dedicadas al diseño italiano, con las muestras de los premios Compasso d"Oro y Pininfarina Extra-, se conocerá en París, Tokio y Estados Unidos. La comisaria, Claudia Donà, ha incorporado las imágenes de su vida a los objetos, prototipos y proyectos."Es una exposición sobre mi vida, ya que la obra de cada uno de nosotros está unida a la biografía", declaró Anna Castelli durante su estancia en Madrid. "Elegí arquitectura para dar solución a los problemas, no quería perderme en el juego de la inteligencia y lo abstracto. No renuncio al racionalismo, que he conocido con los grandes maestros, y no he cambiado mi método con un código ético y social, por sus grandes posibilidades de comunicación".
Educada en el clima cultural que provocaba su padre, Enzo Ferrieri, crítico teatral, en los debates con personajes como Joyce, Marinetti, Pirandello y De Chirico, Anna Castelli recuerda que en su casa sólo se hablaba de poesía. Unió la formación técnica y humanística, y en 1943 se licenció en arquitectura en el Politécnico de Milán. Siendo estudiante conoce a Le Corbusier en París -utiliza a veces unas enormes gafas redondas, pero no en homenaje a una persona "antipática y soberbia"-, pero se une al racionalismo y colabora con Ignacio Gardella hasta los años setenta. Los trabajos de urbanismo y arquitectura dan paso a los diseños, al ser unos proyectos más inmediatos, sin la lentitud y normas que limitan las intenciones de Castelli. "A través de los objetos pequeños se comunican mejor incluso los problemas más complejos. Quiero cambiar el mundo, y, por desgracia, se cambia más a través de las cosas materiales que con las ideas. El racionalismo de los años treinta y cuarenta era un movimiento político, en una lucha contra la arquitectura fascista en Italia. Nunca me ha decepcionado, y hoy sigo con un racionalismo de hoy, un actuar con la razón. Lo que tengo que hacer hoy son cosas racionales, con un código de valores donde figuren la moral y la ética, el trabajo con honestidad y responsabilidad".
Anna Castelli critica los diseños que buscan provocar una emoción, y prefiere el orden estético y moral al aspecto formal. Son muy difundidos sus trabajos en plástico, sillas, contenedores, cubiertos, botellas, algunos de ellos desarrollados con Kartell, la fábrica que fundó su marido, el ingeniero químico Giulio Castelli. Algunos objetos fabricados a finales de los sesenta, como conjuntos de contenedores, se siguen vendiendo. Es una forma de defender el trabajo en serie, el sistema de fabricación con más dimensión social. Aunque prefiere que la madera "se quede en los árboles", quiere realizar algunos objetos con este material, como una mesa para leer los amplios periódicos italianos, que se presenta en Madrid.
Castelli distingue entre artistas y diseñadores. Llama artista a Philippe Starck, al expresarse de una forma personal y al identificar sus formas en los objetos, a diferencia del proceso de diseño industrial, que mira al futuro sin crear modas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.