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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Esgrima fútil

EL DEBATE sobre las enmiendas a los Presupuestos Generales del Estado para 1999 es otra de las oportunidades parlamentarias que tienen los ciudadanos para entender y pronunciarse sobre la política de ingresos y gastos de la nación; un asunto que a todos debe interesar, porque es de todos el dinero cuya suerte se discute. El vicepresidente económico, Rodrigo Rato, y el portavoz y candidato a la presidencia del PSOE, José Borrell, protagonizaron ayer un intercambio dialéctico bronco, pródigo en abucheos en los bancos del PP y de la oposición, poco clarificador para quien estuviera interesado en los problemas económicos reales del país y en cómo se van a afrontar desde el principal instrumento de política económica que es el Presupuesto.Muchas de las razones que esgrimió ayer Borrell con su estilo afilado para defender la enmienda a la totalidad son asumibles para un espectador imparcial. Es verdad que las cuentas del Estado que propone el Gobierno para el año que viene "no dan respuesta" a los problemas que plantea la crisis financiera internacional y que la actitud oficial ante los problemas que se avecinan es "contemplativa"; acierta al suponer que la rebaja en una décima de las previsiones oficiales de crecimiento -del 3,9% al 3,8%- es una concesión desganada e insuficiente a la prudencia exigida por la inestabilidad de los mercados; es igualmente legítimo poner en duda que se vaya a conseguir la recaudación por IRPF que prevé el Gobierno, dado el efecto combinado de la reforma del impuesto y la disminución prevista del crecimiento; no es incorrecta su denuncia de la excesiva contabilidad creativa del Ejecutivo, porque de pocas formas puede explicarse el hecho de que el déficit esté disminuyendo a un ritmo mucho más vivo que la deuda, y es de agradecer que muestre su inquietud por la situación de la Seguridad Social, porque su endeudamiento es muy elevado (5,6 billones de pesetas), sin que el Gobierno aclare las condiciones presentes y futuras del sistema de pensiones y de protección social.

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Pero Rodrigo Rato pudo esgrimir razones de peso. Al fin y al cabo, las previsiones del Gobierno español son las que menos correcciones han sufrido en el FMI o en la Comisión Europea. La evolución de los indicadores económicos también trabaja a su favor; el vicepresidente anunció ayer revisiones a la baja de la inflación y el déficit público previstos para este año. Son argumentos consistentes. Igual que el hecho de que las listas de espera en la sanidad pública se hayan reducido a unos 80 días, después de haber estado en un año. Siendo cierta la afirmación de Borrell de que el Gobierno carece de políticas activas de empleo, no lo es menos que el paro está disminuyendo por efecto del crecimiento y también por la confianza de los empresarios en el Ejecutivo. No hay urgencias políticas que inciten al Gobierno a acelerar decisiones: juega en terreno propio. En cuanto al maquillaje de las cuentas, siempre podría alegar Rato que el Gobierno aplica normas de contabilidad europeas, homologables a las de los 11 países que han accedido al euro.

El debate de ayer, el primero de Borrell después de su intervención en el debate sobre el estado de la nación, fue una escaramuza limitada entre los argumentos razonables de Borrell y la persistencia de Rato en las excelencias de la coyuntura. Todo perfectamente previsible, y más bien decepcionante para los ciudadanos que pudieran esperar aclaraciones adicionales sobre asuntos tan centrales como las infraestructuras, el futuro de sus pensiones o las prioridades educativas. Seguramente es en estas materias donde deben medirse las diferencias entre los dos primeros partidos políticos, al margen de la horma que establece obligatoriamente nuestra presencia en el euro o en la UE. Está bien que el socialista Borrell denuncie la inconsistencia de las previsiones, pero debería explicar al mismo tiempo cuáles son sus opciones alternativas en materia de inversión pública o protección social y por qué son preferibles a las del Gobierno. Rato exhibe sus mejoras en inflación, déficit y crecimiento, pero también está obligado a responder a las inquietudes explicitadas por su oponente. El debate pormenorizado en la comisión debería servir para esto.

Porque el guión sigue su curso, aunque el PNV hiciera ayer una finta al descolgarse del apoyo comprometido con el Gobierno. Pero ésa es una historia que poco o nada tiene que ver con las cuentas del Estado y mucho con las heridas aún sangrantes de las elecciones vascas.

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