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EL CASO PINOCHET

"Los dictadores no pueden ir por el mundo como turistas de lujo"

La escritora Isabel Allende lleva una semana larga pesando los pros y los contras de la detención del general Augusto Pinochet en incesantes conversaciones personales y telefónicas con sus amigos en Estados Unidos, Chile, Venezuela, Perú, Reino Unido y España, y la balanza termina inclinándose siempre a favor del juez Baltasar Garzón. Aun siendo muy consciente de los problemas que le causa a Chile, la autora de La casa de los espíritus y Paula y sobrina del asesinado presidente Salvador Allende cree que las ventajas para la comunidad internacional son muy superiores. "Los dictadores no pueden ir por el mundo como turistas de lujo", declaró ayer a EL PAÍS.Isabel Allende habló por teléfono desde su casa de San Francisco con el corresponsal de este periódico en Washington. Tenía avidez de noticias. Antes de comentar el caso, pidió las últimas informaciones sobre la situación de Pinochet, la actitud del Gobierno británico y la polémica interna desatada en la justicia y la clase política españolas. "Este", dijo, "es un hecho histórico, un paso adelante extraordinario, uno de los más grandes desde los juicios de Núremberg hacia la creación de una conciencia internacional de que las violaciones de los derechos humanos son delitos universales, que no prescriben jamás. Ya se estaba produciendo un movimiento con lo ocurrido en Ruanda y Bosnia-Herzegovina, y ahora ocurre esto, que me parece muy positivo".

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"Lo que ha hecho Garzón", prosiguió, "me parece muy valiente, y tengo miedo de que le peguen dos tiros. Garzón ha colocado a la comunidad internacional ante la responsabilidad de hacer cumplir con hechos sus declaraciones de que los derechos humanos son inalienables. Los dictadores, en activo o jubilados, no pueden convertirse en turistas de lujo que se pasean por el mundo con el dinero que robaron en sus países y colocaron en cuentas en Suiza".

Regreso y exilio

Isabel Allende nació en Perú en 1942, donde su padre, un hermano del que luego sería el presidente socialista Salvador Allende, ejercía como diplomático chileno. Regresó con su familia a Chile, pero para tener que exiliarse en 1973, tras el golpe de Pinochet que derrocó y mató a su tío. Se instaló en Venezuela, donde escribió su primer éxito literario, La casa de los espíritus, y luego en California, donde la agonía y muerte de su hija, víctima de una rara enfermedad del metabolismo, le inspiró uno de los textos más impresionantes de la literatura contemporánea en español, Paula. Su último texto, Afrodita, es un libro de recetas de cocina afrodisíacas. Haber vivido en cuatro países americanos le ha concedido a Isabel Allende una visión continental."La detención de Pinochet", dijo ayer, "me parece un buen precedente, toda una advertencia para esos capitanes enloquecidos que tenemos la desgracia de padecer en América Latina. Porque no estamos hablando sólo de saldar las cuentas por lo que ocurrió en Chile, sino también en Guatemala, El Salvador o Argentina". Pero como tantos demócratas chilenos, Isabel Allende también se inquieta por las consecuencias en su país del caso Pinochet. "Si pienso en Chile", dijo, "la noticia me produce justa alegría y también gran preocupación. La detención de ese hombre ha producido mucho revuelo en Chile, y eso en vísperas de las elecciones. Cabe el peligro de que Pinochet se convierta en una especie de mártir de la derecha, que sirva para reforzarla".

"Pero las noticias que recibo de Chile", añadió, "no son tan malas. Algunas cosas que está haciendo la derecha para protestar por la detención de Pinochet son tan descabelladas que provocan la risa general en el país. Por ejemplo, eso de retirarle el servicio de recogida de basuras a las embajadas. Y también me han dicho que la búsqueda de firmas a favor de Pinochet en la zona alta de Santiago no ha tenido mucho éxito".

La escritora concluyó así sus reflexiones: "La democracia en Chile se mantiene según un acuerdo que concede inmunidad, yo diría impunidad, a las Fuerzas Armadas. Se pretende una especie de borrón y cuenta nueva. Pero la gente que fue víctima de la represión, los familiares de los asesinados y desaparecidos, quizá pueda resignarse a que no haya justicia, pero jamás podrá aceptar que, al menos, no salga a la luz la verdad. Sólo cuando Chile conozca toda la verdad sobre el golpe de Estado y el régimen de Pinochet podrá haber una reconciliación nacional".

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