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LA PAZ EN ORIENTE PRÓXIMO

Nueve días de coraje, expiación y 'química' entre los líderes

Los nueve días, con varias noches en blanco, de la cumbre de Wye Plantation fueron tan duros que, a su término, en plena ceremonia de firma del acuerdo en la Casa Blanca, el rey Hussein de Jordania dijo que le habían costado "perder el pelo y hasta las cejas". Esa broma, a costa de su quimioterapia, arrancó una carcajada y reforzó la admiración colectiva por el monarca hachemí. Sin él, reconocieron los protagonistas de la cumbre, jamás habría habido acuerdo. Del rey Hussein reconoció el frío Netanyahu: "Nos ha dado un ejemplo inolvidable de valor y humanidad, que a mí me ha conmovido profundamente".

Abandonando la clínica Mayo de Minnessota, donde lucha contra su enfermedad, Hussein, de 62 años, se presentó en Wye Plantation y en dos veladas decisivas les cantó las cuarenta a israelíes y palestinos. "No tenemos derecho a arriesgar el futuro de nuestros hijos y de los hijos de nuestros hijos con acciones irresponsables", dijo.

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"Ya ha habido demasiada destrucción y demasiadas muertes, y es hora de que los hijos de Abraham, israelíes y palestinos, puedan vivir juntos bajo el sol. Por esa causa estoy dispuesto a ofrecer el último resto de mis fuerzas", añadió. Si Hussein fue el detonante emotivo del pacto, Clinton fue el que lo negoció y arrancó sílaba a sílaba. Jamás en sus seis años de presidente había invertido tantas horas -72- y tantas energías en una negociación internacional.

Clinton supervisó las negociaciones de Dayton a distancia, desde la Casa Blanca, pero éstas las dirigió a pie de obra. La explicación más simple de ese interés es que necesitaba un éxito internacional tras el caso Lewinsky.

En la noche del viernes, Clinton dio otra interpretación de ese tesón en un encuentro con líderes religiosos negros que sostuvo en Washington tras la firma del acuerdo. El presidente confesó a los reverendos que se había tomado Wye Plantation como "una expiación" de sus pecados.

Tras tremendos regateos, chantajes y golpes de efecto, Wye Plantation marcó también el posible comienzo de una larga amistad entre Arafat y Netanyahu. El palestino terminó llamando al israelí "mi nuevo socio en el proceso de paz". Y el israelí, olvidando la retórica que le llevó al poder, descubrió que Arafat no es un ogro y compartió con él su futuro político.

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