El navegante toma el timón
El próximo sábado, Massimo D'Alema, nacido en Roma hace 49 años, hijo de un diputado comunista, formado él mismo en el aparato del viejo PCI, realizará uno de los grandes sueños de su vida: sentarse junto a los jefes de Gobierno de la Unión Europea en la cumbre que se celebrará en Austria, representando, finalmente, a Italia. Un sillón que a juicio de D'Alema y de quienes le respaldan le pertenece desde el 21 de abril de 1996, cuando la coalición de centro-izquierda, El Olivo, ganó las elecciones generales. D'Alema era y es el secretario general del Partido Demócratas de Izquierda (PDS), rebautizado en febrero pasado con el nombre más breve de Demócratas de Izquierda, principal fuerza de la coalición. Sin embargo, en la Europa de 1996, todavía por llegar los triunfos de la socialdemocracia en el Reino Unido, Francia y Alemania, y dadas las dificultades para el electorado de centro de digerir a un ex comunista, el líder del principal partido de El Olivo congeló sus aspiraciones y consintió que el profesor de Economía de la Universidad de Bolonia, Romano Prodi, asumiera el mando. La crisis de Gobierno que se desató hace 12 días y su inesperado desarrollo, con el intento fallido de Prodi de formar un nuevo Gobierno, ha sido un golpe de suerte para D'Alema, que se ha encontrado así con el timón de la nave italiana en sus manos.
Nada más ajustado para describir el mando de D'Alema que el lenguaje marinero. El nuevo primer ministro italiano, viudo y casado en segundas núpcias con una militante llamada Linda Giuva con la que ha tenido dos hijos, es un gran aficionado a la vela.
Hombre de carácter difícil, la prensa italiana le teme y le respeta. D'Alema es capaz de recitar versos de García Lorca en español, y de querellarse por una aparente nimiedad con el principal diario italiano, Il Corriere della Sera.
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