Desciende el número de fieles vascos que renuncian a la Iglesia Católica La apostasía, antaño promovida por gays y radicales, hoy es testimonial
Menos de una decena vascos han formalizado este año su salida de la Iglesia católica. Tras las intensas campañas que hace unos años protagonizaron colectivos gays, por una parte, y Herri Batasuna, por otra, animando a la población a la apostasía y que culminaron con la salida del ente eclesiástico de numerosos grupos de fieles, actualmente el proceso ha experimentado una recesión hasta llegar unas cifras meramente simbólicas. Cuatro personas en Álava, una en Vizcaya y dos en Guipúzcoa han renunciado a lo largo de 1998 a la fe católica.
Un portavoz del Obispado de San Sebastián señala que el balance no es sorprendente ya que "la gente, aunque sea atea o no crea en la Iglesia, no considera importante formalizar el trámite. Prefieren pasar del tema que tomarse la molestia de acudir a rellenar un papel". En realidad, el proceso es muy sencillo aunque varía en función del territorio histórico. Mientras en Guipúzcoa y Álava basta con presentar la partida de bautismo y llenar una solicitud ante la parroquia respectiva y el secretario general del Obispado, respectivamente, en Vizcaya la renuncia debe hacerse ante notario y con dos testigos. En este sentido, el secretario de la Diócesis, Carmelo Ibarra, señala que "cuando se produjeron las campañas de gays y movimientos de izquierdas, estábamos desprevenidos. Ahora se le da más seriedad al asunto y puede que la mayor complicación del trámite haya hecho reflexionar a muchos". La renuncia se formaliza independientemente de los motivos. En el documento, el renunciante expresa su rechazo a la fe católica y asume "conscientemente las consecuencias" de su acto "para el resto de su vida". Posteriormente, los obispados comunican la renuncia a la parroquia en que fue bautizado el solicitante para que pongan en el margen de la partida de bautismo que "se ha dado de baja y que para posibles actos posteriores se tendrá en cuenta esa decisión", explica Ibarra. El sacerdote señala, por otro lado, que las renuncias se clasifican en dos categorías: la apostasía propiamente dicha y la mera renuncia a la fe católica. Establece un símil futbolístico y destaca: "La diferencia entre borrarse del Athletic porque se odia el fútbol y borrarse para hacerse socio de la Real". Así, continúa: "Una cosa es renegar de la Iglesia Católica y de la fe y otra renunciar del ente eclesiástico institucionalizado, pero continuar creyendo o incluso comenzar a profesar en otra religión". Las consecuencias en uno y otro supuesto son las mismas. El matrimonio canónico con un católico se considerará una unión mixta o de disparidad de cultos, el funeral del renunciante no puede ser público y para bautizar a sus hijos tendría que "justificar y acreditar que les iba a dar una educación cristiana". La vuelta a la Iglesia Católica sólo se puede producir mediante un acto formal de rectificación, no es posible un nuevo bautismo ya que este acto permanece pese a todo ya que es "imborrable, indeleble y permanente".
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