Las incógnitas de la sucesión
Nada más impenetrable que la política vaticana, y muy especialmente la sucesión al frente de este Estado teocrático, una monarquía absoluta que reina, al menos espiritualmente, sobre casi mil millones de seres humanos. Los especialistas reconocen que es tanto el secreto, y tantas las variables de la elección, que resulta imposible acertar.La nacionalidad no sería clave, aunque la Curia -donde el peso de los italianos es aún muy grande- armoniza mejor con un Papa autóctono. Los cálculos sobre los papables sólo acertaron en la sucesión de Juan XXIII: el cardenal Montini había sido el más votado en todos los medios.
Pero la excepción refuerza la veracidad del dicho: "A los cónclaves, muchos entran papas y salen obispos". Ello no desanima a los vaticanistas, unánimes en citar como sucesores más probables, entre los italianos, al arzobispo de Milán, el progresista Martini, y al de Génova, Tettamanzi, más en consonancia con el actual Papa. Si el próximo Pontífice hubiera de ser extranjero, no hay dudas sobre el arzobispo de Viena, Schonbörn, y el de Ciudad de México, Rivera.
Muchos opinan que, tras haber nombrado a dos tercios de los cardenales con derecho a voto, Juan Pablo II se ha asegurado el control de su sucesión. "No es cierto", subraya el portavoz jesuita José María de Vera. "La elección se gesta en las dos semanas entre la muerte de un Papa y el cónclave, y en sí es una lotería. Nadie sabe el comportamiento del elegido. Juan XXIII, un hombre anciano, visto como Papa de transición, convocó el concilio que produjo una de las mayores transformaciones de la Iglesia en este siglo".
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