El violinista Comesaña
Manuel Rivas concitó anoche, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, un acto insólito y emocionante: se presentaba su novela El lápiz del carpintero, ante una audiencia de medio millar de personas, pero casi nadie la nombró. En el estrado, además de él, estaban el cuentacuentos Quico Cadabal, el guitarrista César Carlos Morán, el acordeonista Xurxo Fouto, y un intérprete especial, el violinista Francisco Comesaña, que es un personaje central de la novela que presentaba. Pero apenas se habló de El lápiz del carpintero. Rivas leyó unos fragmentos, pero nunca dijo que lo estaba haciendo; Cadabal contó un cuento de la República y la guerra en Galicia, Morán interpretó unos poemas gallegos de Lorca, y una narración urbana del propio Rivas, y Fouto puso al acordeón un grito de Robin Hood: "El pobre no tiene, el rico no da". ¿Y la novela? Nadie dijo nada. Pero Francisco Comesaña, el violinista, dijo antes de interpretar a Bach: "Antes de hacer música debo declarar mi emoción". En la primera fila, una mujer lo entendía todo: Chonchiña Concheiro, la viuda de Comesaña. La historia de Chonchiña y Comesaña está en el centro del libro; Comesaña convenció, en un tren-cárcel, a dos guardias civiles para que le permitieran pasar con Chonchiña la noche de bodas de su vida, y esa historia que Rivas tiene como centro de El lápiz del carpintero se prolongó además en una historia de amor de la que el violinista Comesaña es también consecuencia: el padre republicano quiso que el hijo fuera violinista. En medio de la emoción de Comesaña estaban en el auditorio viejos republicanos, Borobó, Eduardo Haro Tecglen y Chonchiña, por supuesto. Además estaban en la sala gente como José Luis Cuerda y Rafael Azcona, que ahora llevan al cine La lengua de las mariposas, de Manuel Rivas. Pero ni de éste ni de su nueva novela nadie dijo nada, prácticamente, en esta presentación que ha de recordarse, por eso, como insólita.
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