Dos socialistas aliados a la fuerza
Pese a las sonrisas y las citas al poeta Rainer María Rilke que Lionel Jopsin y Gerhard Schröder intercambiaron ayer tarde durante la visita al Museo Rodin de Meudon, el futuro canciller alemán del SPD no es precisamente el correligionario con el que la izquierda plural francesa pensaba construir la Europa social. Los socialistas franceses, los comunistas, los verdes y radicales esperaban en realidad al presidente de la socialdemocracia alemana, Oskar Lafontaine, el hombre que sigue encarnando a sus ojos el compromiso y la solidez doctrinaria de la izquierda. Frente a eso, el futuro canciller alemán representa más bien la deriva social-liberal de la tercera vía acuñada por Bill Clinton y Tony Blair, el socialismo nominal, descafeinado, sospechoso de querer desprenderse de buena parte de sus valores y señas de identidad en su proyectado viaje al centro político. "Ya teníamos un Blair en el socialismo europeo, no necesitábamos un segundo Blair alemán", exclamaron algunos dirigentes socialistas el día en el que el SPD entronizó a Gerhard Schröder como candidato a canciller.Aunque los recelos ideológicos que la figura de Schröder despierta en la izquierda francesa permanecen más o menos intactos, los socialistas han empezado a confrontar sus prejuicios y a tratar de establecer el marco de colaboración y entendimiento posible a medida en que la opción del triunfo socialdemócrata iba consolidándose.
La entrevista que Gerhard Schröder mantuvo en abril último con el primer ministro Lionel Jospin no sirvió para que el primero abandonara su propósito de transformar el eje franco-alemán en el triángulo mágico Berlín-Londres-París, pero dejó constancia, al menos, de la actitud conciliadora del futuro canciller y de su probada inteligencia.
A expensas de lo que deparen los futuros encuentros, de los lazos afectivos y políticos que puedan anudarse, la izquierda francesa fía sobre todo sus esperanzas en el programa electoral de los socialdemócratas alemanes y en su compromiso de implicar al conjunto de la Unión Europea en la lucha contra el paro. En eso, claro está, y en el control que el propio Oskar Lafontaine y el núcleo dirigente del SPD puedan ajercer tanto dentro de su partido como en la política del nuevo Gobierno alemán.
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