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EL 'CASO LEWINSKY'

La Casa Blanca busca una reacción popular de respaldo al presidente

Bill Clinton, que intuyó que su declaración podría ser vista algún día por el público, está, en el vídeo difundido ayer, bastante mejor de lo que se esperaba, según las primeras impresiones recogidas por las radios y televisiones norteamericanas. A lo largo de 4 horas y 12 minutos, transmite la sensación de querer cumplir con su obligación legal de colaborar con los investigadores, pero protegiendo al mismo tiempo su vida privada.

Bill Clinton, el presidente estadounidense, es, en general, respetuoso con los interrogadores del fiscal Kenneth Starr y son pocas las preguntas a las que se niega a contestar, y éstas de clara naturaleza íntima. Sus enfados con los fiscales son menos numerosos y agresivos de lo que se había anunciado.La reacción definitiva de sus compatriotas sólo podría conocerse con exactitud en los próximos días. Entretanto, ayer mismo se produjeron las primeras reacciones políticas. Mike McCurry, portavoz de la Casa Blanca, denunció con acritud como "partidismo" la decisión de "arrojar basura" sobre el presidente adoptada por la mayoría republicana del Congreso al entregar el vídeo a las cadenas de televisión. "Si el presidente hubiera dicho la verdad desde el primer momento, no habríamos tenido que pasar por esto", le replicó el líder parlamentario republicano Newt Gingrich.

En el vídeo, Clinton expresa remordimiento respecto a su relación con Lewinsky, a la que nunca ataca y de la que, al contrario, dice que es "una buena chica, una buena persona, con un gran corazón". Arranca leyendo una declaración escrita en la que acepta la existencia de "inadecuados contactos íntimos" y dice que está listo para responder.

"Nunca he visto el miedo"

Ahí, según señaló ayer George Stephanopoulos, que durante años fue uno de sus más estrechos consejeros políticos y mediáticos, se puede ver un Clinton desconocido. "Nunca había visto ese miedo reflejado en su cara", dijo Stephanopoulos después de ver el vídeo.Pero luego logra transmitir en muchos momentos una imagen de estoicismo, de persona que soporta con infinita paciencia unas preguntas que versan una y otra vez sobre lo mismo, y a las que, insiste, ya ha contestado. La mala calidad del sonido y la imagen estética concentrada en el presidente sentado le quitan a la grabación mucho del contenido explosivo contra el presidente que habían augurado los congresistas que ya lo habían visto. Éstos habían descrito un presidente colérico.

La Casa Blanca organizó desde ayer mismo una vigorosa contraofensiva para explotar los sentimientos de solidaridad con Clinton y de hastío con el caso Lewinsky que la difusión del vídeo puede provocar.

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Los peores momentos de la interpretación presidencial son cuando dice no recordar cosas, pese a aceptar que tiene una buena memoria, y, sobre todo, cuando se empeña en defender el tecnicismo de que el sexo oral no es sexo. Eso recuerda que Clinton es, por estudios, un hombre de leyes que recurre a esos trucos de abogados que los norteamericanos detestan.

El presidente parecía enfocado a dos públicos diferentes: alternativamente se dirigía a los investigadores de la acusación en la Sala de Mapas, y luego miraba directamente a la cámara, cuando quería dirigirse al gran jurado. Incluso, sonrió socarronamente después de pedir permiso para hacer lo que él denominó "un soliloquio de treinta segundos" al final de su testimonio.

Hubo varios signos de nerviosismo. Algunos carraspeos ocasionales. Y en numerosas ocasiones, cogió un vaso de agua y una lata de Coca Cola Light. Pero su frente y sus mejillas parecían brillar con normalidad mientras el interrogatorio continuaba.

Cerca del comienzo de la sesión, después de una discusión sobre el requerimiento específico de decir la verdad bajo juramento, el fiscal Robert Bittman hizo la pregunta clave: "Señor presidente: ¿Tuvo usted intimidad física con Monica Lewinsky?"

En vez de responder directamente, Clinton leyó una declaración preparada previamente en la que reconocía relaciones impropias con la becaria Monica Lewinsky, pero en la que aspiraba a no tener que especificar detalles sobre su aventura extramatrimonial.

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