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EL 'CASO LEWINSKY'

Clinton asegura que no dimitirá y pide a los norteamericanos que olviden el escándalo

"Lo bueno para el país, y lo que quiere el país, es que dejemos este asunto [el caso Lewinsky] atrás y me concentre en hacer mi trabajo", declaró ayer Bill Clinton en una conferencia de prensa conjunta con el presidente checo Vaclav Havel celebrada en la sede del Departamento de Estado, en Washington. Clinton dejó claro que no piensa dimitir por haber hecho "algo erróneo" al sostener una "relación inadecuada" con Monica Lewinsky. Y aseguró que no se siente preocupado por la próxima difusión del vídeo de su declaración de agosto ante el gran jurado.

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Desde su prestigio moral, político y literario, un Havel muy fatigado por su lucha contra la enfermedad agradeció a Clinton su "liderazgo en la construcción de la nueva Europa". Havel se negó a responder a preguntas sobre el caso Lewinsky. "No me gusta hablar de cosas que no entiendo y este asunto es una de esas cosas de América que no entiendo", dijo el presidente checo. "Nunca he dejado de dirigir los asuntos exteriores de este país y nunca lo haré", respondió Clinton a la primera pregunta de la conferencia de prensa, que versó sobre su posible falta de autoridad moral para lidiar con los problemas estadounidenses e internacionales. La autoridad moral, añadió Clinton, es "algo que hay que demostrar cada día".Explicó entonces que está intentando superar "el error" de su relación con la becaria a nivel personal y familiar, al tiempo que sigue trabajando con otros líderes mundiales sobre los problemas actuales del planeta. Al hablar del escándalo que mina peligrosamente su presidencia, Clinton empleó las mismas fórmulas -"error" y "relación inadecuada"- que en las últimas semanas.

Primera conferencia

Fue la primera conferencia de prensa de Clinton desde la dramática aceleración de los acontecimientos del caso Lewinsky en la segunda mitad del verano. El presidente no podía evitarla. La presencia en Washington de un político extranjero tan prestigioso como Havel suele suscitar este tipo de comparecencias ante los informadores del presidente estadounidense y su huésped. Pero como ocurrió con motivo de las visitas a Washington del británico Tony Blair y el palestino Yasir Arafat en la primera mitad del año, la prensa tan sólo estaba interesada ayer en las declaraciones de Clinton sobre el caso Lewinsky. Sólo que en este caso, la Casa Blanca había concentrado a docenas de funcionarios en la sala que interrumpieron a Clinton constantemente en sus aplausos.Mientras que ya son 78 los diarios norteamericanos que le piden la dimisión, entre ellos USA Today, Chicago Tribune, San José Mercury News, Atlanta Journal-Constitution y Philadelphia Inquirer, Clinton intenta transmitir la impresión de que sus problemas no merman su capacidad de conducir los asuntos mundiales. La Casa Blanca informó ayer que, el martes por la noche, telefoneó a "varios líderes extranjeros" para hablarles de la crisis rusa, las tormentas financieras y, un tema habitual cuando hay crisis política interna en EEUU, "las nuevas amenazas de Irak".

También tuvo tiempo para ocuparse de asuntos internos. Telefoneó a los ganadores de las primarias demócratas del martes, entre ellos el afroamericano Anthony Williams, que se perfila como sustituto del controvertido Marion Barry en la alcaldía de Washington, una ciudad en la que los negros constituyen el 66% de la población.

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Las encuestas difundidas ayer volvieron a traer buenas y malas noticias para Clinton. La que daba The New York Times, la más amplia de las realizadas tras la difusión del informe de Starr, confirmó lo dicho en los últimos días. Los norteamericanos rechazan por amplia mayoría que Clinton deba dimitir o ser sustituido por el caso Lewinsky, pero desean que el Congreso le castigue con una reprimenda pública. Y si mantienen una alta valoración del trabajo político de Clinton, tienen de él una creciente mala imagen personal.

De la encuesta del diario neoyorquino se desprende un sentimiento masivo de hastío por esta historia de sexo sórdido y mentiras mal contadas. Un deseo de pasar página que, entre otras cosas, despierta pocas ganas de ver el vídeo de la declaración de Clinton al gran jurado. Los norteamericanos descubrirán allí una cara de Clinton que no conocían, la de alguien vacilante, atormentado y colérico.

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