_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Solidaridad

Colmenar de Oreja se ha manifestado solidario con Sudán. Acaba de celebrar sus fiestas patronales y las ha declarado solidarias con Sudán. Una solidaridad que no es sólo retórica, pues arbitró fórmulas para recaudar fondos que se dedicarán a paliar el hambre en Sudán.La iniciativa de Colmenar de Oreja es digna de elogio y quizá cabría desear que cunda el ejemplo, pero uno no está seguro de que eso sea bueno.

El hambre de los pueblos del Tercer Mundo no se resuelve con la caridad ni han de ser los ciudadanos de los países desarrollados quienes hayan de sacarlos de la miseria. Aparte de que sería vana pretensión. Con frecuencia llegan imágenes atroces del Tercer Mundo; gente famélica, niños que son una pura llaga, campos yermos, y los ciudadanos de esta parte del mundo se sienten avergonzados del abismo que media entre su bienestar y ese infierno.

Vienen entonces los movimientos humanitarios, las campañas de solidaridad, las colectas en favor de aquellos desgraciados. Y la verdad es que sirve de poco. Por mucho que se recaude, a lo mejor se consigue que coman unos cuantos días varios cientos de muchachos en algún enclave inconcreto de un país que no ofrece ninguna garantía de que la ayuda va a llegar donde de verdad se necesita. Y no es sólo un país el que se encuentra en la miseria; no son cientos sino millones los infortunados que carecen de todo.

Aún no hará ni dos años nos llegaron noticias del gran éxodo que se estaba produciendo en Zaire; de las persecuciones y las matanzas; del hambre que azotaba el país. Hubo entonces un clamor de solidaridad, se organizaron campañas y la catástrofe de Zaire centró la inquietud de los ciudadanos.

Duró una semana. Una semana después, otras cuestiones reclamaban la atención de la opinión pública. Pero la situación de Zaire seguía igual de sangrante. Para los zaireños no había esperanza y el tiempo les ha dado la razón. Continúa la miseria azotando aquel pueblo desamparado.

Entró entonces en el escenario de la actualidad el presidente de la República de Zaire, Mobutu Sese Seko. Y se supo que poseía una fortuna fabulosa; que mientras su pueblo se debatía en la miseria, disfrutaba de cuantiosas rentas y lujosas villas en diversas partes del mundo.

No causó ninguna sorpresa, pues suele ocurrir. Estos desalmados son muchas veces creación del gran capital, pieza clave de las multinacionales que entran en los países subdesarrollados para llevarse sus riquezas. Allí donde hay productos que convienen a sus fines, ponen en marcha una estrategia que consiste en apoyar a un dictador que azuce los odios tribales, armarlo para que sólo subsistan los leales, compensarle la ayuda y ya con el campo expedito, esquilmar el territorio mientras el pueblo se mata y se muere de hambre.

Desde las colonizaciones, buena parte de los pueblos que hoy padecen miseria sufrió el mismo proceso. Éste Zaire es aquel Congo que sumió en la esclavitud y convirtió en negocio particular la realeza belga. El legendario Stanley, que exploró inmensos territorios de África, también fue comisario de aquellos intereses bastardos. La ruina de Sudán pasa por el condominio de Inglaterra y Francia. Esos jeques árabes que meten cada día en sus arcas millones de dólares, en realidad están cobrando de las compañías a quienes cedieron la extracción de petróleo contra viento y marea. Los recursos de algunos países latinoamericanos se los llevan las multinacionales, que son quienes de verdad mandan allí... Y ya puestos a apropiarse de cuanto exista, el capital inversor no se para en los bienes materiales, sino que abarca a los seres humanos también. Y ha ideado el turismo sexual, que produce pingües beneficios, sin importarle las nefastas consecuencias que acarrea. La extensión del sida en Tailandia o en Uganda -donde adquirió caracteres de epidemia- no es ajena a ese comercio criminal. Son los Gobiernos, frecuentemente cómplices de semejantes desmanes, quienes están obligados a acabar con estas injusticias. Y la solidaridad de los ciudadanos debería de empezar por ahí: pidiendo cuentas a los políticos; exigiéndoles que asuman sus responsabilidades.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_