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EL 'CASO LEWINSKY'

La estrategia del pecado y la penitencia

Desde la entrega al Congreso del informe acusatorio del fiscal Kenneth Starr, Bill Clinton y su guardia pretoriana han adoptado una nueva estrategia ante el caso Lewinsky. Sí, reconocen, hubo pecado; pero la penitencia debe ser proporcional a su gravedad. Y la salida de la Casa Blanca -por dimisión o destitución- es un castigo excesivo. La actual humillación del presidente y hasta una moción de censura moral en el Congreso serían penitencias más acordes con el adulterio y la mentira.El pueblo norteamericano decidirá si el arrepentimiento y el propósito de enmienda expresados en los últimos días por Clinton son todavía pequeños con relación al pecado cometido, y si llegan demasiado tarde. Clinton perdió dos grandes ocasiones para hacer lo que hizo el sábado, cuando incluso pidió perdón a Monica Lewinsky. En enero, cuando dijo a sus compatriotas: "No he tenido ninguna relación sexual con esa mujer, la señorita Lewinsky". Y en agosto, cuando transformó lo que quería ser una confesión televisada a la nación en un nuevo ataque contra el fiscal Starr. Era absurdo negar algo que se terminaría conociendo y era muy peligroso que el hombre al que la Constitución encarga la tarea de hacer respetar las leyes despotricara una y otra vez del fiscal.

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Pero si el pueblo es el que debe o no aceptar el perdón de Clinton, es el Congreso quien debe aplicarle la penitencia. Y el debate se centrará a partir de ahora en si el impeachment es un castigo excesivo, lo que ya dijeron el viernes los abogados de Clinton y sostendrá el ala progresista demócrata.

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