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LA CRISIS RUSA

Blair y Clinton convocan una reunión extraordinaria del G-7 sobre Rusia

Xavier Vidal-Folch

El G-7, el grupo de los siete países más ricos del mundo, se reunirá en sesión extraordinaria y monográfica para abordar la crisis de Rusia. El objetivo es encontrar fórmulas para evitar que ésta contagie a la economía mundial. La iniciativa partió del primer ministro británico, Tony Blair. El ministro alemán de Exteriores, Klaus Kinkel, propuso a los Quince enviar a Moscú una misión diplomática urgente, con formato de troika.

La reunión especial del G-7 no será de presidentes de Gobierno, ni siquiera de ministros. Se celebrará el próximo fin de semana en Londres, a nivel de directores generales del Tesoro. Participarán también sendos delegados del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial. Y a ella no se invita a Rusia. Será pues un G-7, nada de ampliarlo a un G-8. Todo ello colorea la convocatoria con un mensaje para relativizar su impacto político, evitando que despierte en Moscú expectativas de ayudas adicionales en ausencia del cumplimiento de los compromisos reformistas adoptados.Aunque la decisión se tomó en Londres, tras el encuentro entre Blair y el presidente norteamericano, Bill Clinton, fue comunicada por la diplomacia británica en Salzburgo, donde ayer empezó un Consejo informal de ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea (UE). Quizá era un intento de distraer la atención de la opinión sobre la lastimosa ausencia del titular de Exteriores británico, Robert Cook, a la reunión. Y es que Cook ni se hallaba enfermo, ni sobrecargado de trabajo, ni perdió un avión, sino que simplemente prolongaba sus vacaciones.

Sus colegas dedicaron todo el día a discutir un plan para mejorar el funcionamiento del Consejo, mientras algunos diplomáticos susurraban que mejoraría si asistiesen todos sus miembros. Por eso no tuvieron tiempo de llegar a conclusiones sobre los asuntos candentes, Rusia y Kosovo, aplazados hasta hoy.

Eso sí, iniciaron el debate de una iniciativa de Kinkel -que despliega bastantes energías en estas jornadas de campaña electoral alemana- consistente en el envío de una misión diplomática urgente a Moscú, después de que "haya nuevo Gobierno", es decir, el miércoles o jueves próximos. Kinkel propuso que acuda la troika (presidencias actual, reciente e inmediata, junto con la Comisión) a nivel de ministros.

Pero no halló todavía un consenso inmediato. Algunos consideran que el baile diplomático propuesto es sólo un lavado de cara a la tajante negativa de Bonn a ampliar su ayuda económica. El Reino Unido matizó que había que rebajar la misión a un nivel técnico.

El ministro portugués, Jaime Gama, mostró dudas. "No es lo mismo enviar una misión a Rusia que a Burkina Faso", comentó, por lo que "debemos plantearnos cuál sería su mandato exacto", aparte de demostrar presencia. "La enviaremos si se evidencia que es útil", añadió el francés Húbert Védrine. Bastantes coincidieron con el presidente de la Comisión, Jacques Santer, que denegó cualquier ayuda adicional a Rusia antes de que resuelva su inestabilidad gubernamental y complete las reformas económicas en marcha.

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Pero al tiempo se abre paso el análisis de la diplomacia norteamericana. Washington considera, tras la reciente cumbre, que el presidente Borís Yeltsin está más fuerte de lo que aparenta. De ahí que algún pacto entre su propuesto primer ministro, Víktor Chernomirdin, con la oposición nacional-comunista parezca ineludible. Algo que retrasará el ritmo de las reformas, en favor de políticas económicas menos exigentes.

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