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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Una buena alineación

EL MOVIMIENTO de los No Alineados nació en Bandung, Indonesia, en 1955, cuando el Tercer Mundo buscaba un espacio entre las dos superpotencias, norteamericana y soviética, y durante los siguientes treinta años alcanzó relevancia como foro mundial, voz competidora en un escenario ya incipientemente mediático, convirtiendo a potencias menores como Yugoslavia en virtuosos jugadores de la bisectriz geopolítica. Hoy, el no alineamiento, sin los términos de referencia de la división bipolar a causa de la desaparición de la URSS, sólo puede ser un ágora para la disidencia más o menos matizada de la victoria de Occidente.La XII reunión del movimiento que integran 113 países de todo el planeta se ha celebrado en Durban, bajo la presidencia de ese admirado decano de los líderes mundiales que es el jefe del Estado surafricano, Nelson Mandela. Las conclusiones contenidas en la voluminosa declaración de Durban pueden leerse como una lista de agravios, relativamente moderada, contra la supremacía del liberalismo occidental, en lo político-hegemónico y en lo social-económico.

La crítica a los embargos a Libia, Irak y Cuba, cuya responsabilidad incumbe total o principalmente a Estados Unidos; el apoyo a la autodeterminación del pueblo palestino; la satisfacción por los progresos hacia la solución del contencioso del Sáhara; la inquietud ante la ampliación de la nómina de actores en la carrera nuclear -alusión implícita a India y Pakistán-; la paz internacional en referencia directa a la actual guerra del Congo, y, en todo momento, una grave preocupación por el estancamiento de las relaciones económicas Norte-Sur y el agravamiento de la pobreza en gran parte del mundo, que, sin demagogia, atribuye tanto a insuficiencias propias como a una globalización sin mecanismos correctores, constituyen el rosario de quejas a encarar.

Mandela exhorta a este conjunto francamente heterogéneo de naciones -en el que cabe tanto Colombia, país absolutamente occidental y cuyo jefe de Estado, Andrés Pastrana, es el presidente saliente de la organización, como Birmania, uno de los países más recónditos e internacionalmente clandestinos del planeta- a que hagan frente al reto de crear un mundo nuevo. Ocurre que el Movimiento de los No Alineados carece de mecanismos precisos o de una propia conciencia de funcionalidad, para asumir esas metas más que a nivel de jaculatoria. Pero eso no significa que no tenga otras utilidades.

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El ejemplo más evidente es la crisis del vecino Congo, en guerra civil desde hace varias semanas con intervención de agentes exteriores, aunque africanos, en los dos bandos, sobre la que una mediación de varios protagonistas de la cumbre debería conducir de inmediato a una tregua con la interposición entre los contendientes de una fuerza de paz de países vecinos. Aunque esa mediación la habrían conducido igualmente los interesados, alineados o por alinear, el movimiento sigue siendo hoy significativo como conciencia de que el fin de la historia no ha puesto fin a un vasto mundo de desheredados que tiene derecho a reclamar la comprensión y la ayuda de las naciones privilegiadas. Ésa es una causa para la que siempre valdrá la pena alinearse.

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