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DANZA

Lorna Feijóo pisa huellas sagradas

Esta serie de funciones de El lago de los cisnes que comenzaron anoche en el teatro Albéniz de Madrid y se extenderán hasta el próximo 4 de septiembre prometen gran interés balletístico y balletómano. Con una ambientación colorista en el decorado, el clásico de Chaikovski y Petipa discurrió con corrección y un baile no demasiado puntilloso en, por ejemplo, la limpieza de pies, pero sí con generosidad expresiva. El paso a tres mostró al joven Isanusi García con una hermosa línea, aplomo y sensibilidad al bailar, mientras Acuña y Valdés recrearon esa preciosa coreografía que la Escuela Cubana mantiene intacta de acuerdo a lo que entiende por ortodoxia académica.El segundo acto trajo un primer brote de decepción con la virtuosa Lorna Feijóo. Apareció en escena con un tutú desproporcionado para su tamaño y ajeno al rigor de la producción. Ella estuvo muy forzada en sus brazos de cisne, sobreactuada, y convirtiendo el adagio en un desgarrado bolero. A pesar de su correctísima ejecución, allí antologó los errores de mal gusto interpretativo que nunca una buena bailarina debe hacer. Lo raro es que esto suceda en la compañía cubana, tan rigurosa en el trabajo de sus ensayadores.

En el tercer acto, sin embargo, reivindicó la artista su clase natural de estrella. Lorna pisa sesgadamente y con memoria sobre huellas sagradas (citemos los cisnes negros eternos de Alicia Alonso, Aurora Bosch y Rosario Suárez); la bailarina hace apoteosis del giro lento, el equilibrio, el ataque y la bravura, aun faltándole la majestad inherente al personaje, lo que refleja que en estos grandes papeles la interiorización dramática tiene tanto poder y peso como unas sólidas puntas.

El cuerpo de baile refleja renovación y disciplina, sentido unitario del estilo y conformidad coreográfica con el canon ancestral sobre el que trabaja. Debería esta pujante Lorna Feijóo mirar otros cisnes ajenos, pues hay un ligero peligro endogámico en concentrar la energía y el potencial sólamente sobre la verticalidad que representa una escuela balletística; en ballet también, el mundo es ancho y ajeno.

La obra El lago de los cisnes, hoy día, por el devenir histórico, debe admitir muchas versiones como buenas, y entre ellas la cubana, pero los tiempos actuales exigen a su vez amplitud de miras y actualización forzosa; Lorna Feijóo tiene el talento suficiente para trascender en estos aspectos. Anoche estuvo soberbiamente acompañada por el español Óscar Torrado, que empieza a tener un notable empaque clásico y deliciosa limpieza.

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