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El editor y la viuda de Raymond Carver se reclaman coautores de sus narraciones

Una polémica literaria rodea el décimo aniversario de la muerte del autor de "Catedral"

El décimo aniversario de la muerte de Raymond Carver, uno de los mejores y más célebres escritores de historias cortas que ha dado la literatura norteamericana en las últimas décadas, habría pasado inadvertido en EE UU si no fuera por una renovada polémica en torno a su obra que pone en cuestión parte de su originalidad. Su editor, Gordon Lish, y su viuda, Tess Gallagher, alegan, ni más ni menos, que fueron ellos quienes moldearon los relatos de Carver, aportando ideas, corrigiéndolos o incluso reescribiéndolos casi por completo.

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Raymond Carver, el llamado "Chéjov americano", falleció en su casa del Estado de Washington (EE UU) el 2 de agosto de 1988, tras una vida dominada por el alcohol y, posteriormente, un fulminante cáncer de pulmón. Le había acompañado hasta el último momento su segunda esposa, Tess Gallagher, poetisa y escritora, quien ha explicado abiertamente en más de una ocasión que Carver le robó directamente las ideas de lo que serían dos de sus relatos más conocidos: Cathedral (sobre las reacciones de un matrimonio a la visita de un ciego) y Errand (sobre la muerte de Anton Chéjov). Gallagher ha impedido por la vía legal que se publique un estudio académico sobre los manuscritos de Carver, en los que se observa claramente el alcance de las correcciones de su editor, Gordon Lish. Gallagher está a punto de publicar un libro titulado Rémoras del alma: Sobre la literatura de una relación, Tess Gallagher y Raymond Carver. Junto a una edición de los poemas completos de Carver, que sale a la venta en septiembre, ésta es la única novedad editorial que puede considerarse parte de la conmemoración del aniversario.

En los diez años que han pasado desde su muerte, los libros de Raymond Carver se han vendido como rosquillas, y es una referencia obligatoria en los programas académicos de literatura de todo el país, empezando por el de la Universidad de Iowa, donde estudió, cuyo departamento de escritura creativa es el más importante de EE UU.

Además, con los años, los expertos han sacado a Carver de la etiqueta de "escritor minimalista" que se le había adjudicado. Tras su muerte se le recuperó como un "precisionista", un "héroe de la percepción", y, en definitiva, un maestro de las letras. Quizá fue el efecto de sus editores lo que le abocó al encasillamiento.

Notas a mano

El periodista D. T. Max, tras un análisis exhaustivo de los manuscritos de Carver, depositados en la biblioteca Lilly de la Universidad de Indiana, revela ahora en The New York Times los entresijos de la relación del escritor con Gordon Lish, y el lugar que éste último reclama como verdadero artífice del éxito de su cliente. Las notas a mano de Lish cubren casi por completo las líneas de máquina de escribir tecleadas por Carver, transformando su contenido y su tono. Según Walsh, Lish quitó a Carver un excesivo sentimentalismo y dio a sus personajes esa especie de planicie emocional y verbal que tanto se asocia al estilo del escritor, así como esos finales abruptos con que terminaba los relatos.

Con los años, Gordon Lish, que había descubierto a Carver cuando trabajaba como editor de ficción de la revista Esquire, empezó a convertirse en un verdadero parásito. Carver, tras una existencia atormentada y pobre, un padre alcohólico y adúltero y un matrimonio roto (todo lo cual contribuyó a sus argumentos literarios), se había transformado en una víctima introvertida, un personaje incapaz de confrontar el obstáculo que Lish representaba. En una carta desesperada, en tono de súplica, Carver pidió a Lish que dejara de modificar tanto sus historias, por un sentimiento de culpa que le angustiaba y el miedo a que sus amigos escritores llegaran a averiguar el proceso. "Te debo a ti esta vida más o menos interesante que llevo", escribía Carver, "pero no puedo asumir el riesgo de lo que puede pasar". Fue en 1982 cuando Carver pidió explícitamente a Lish que se limitara ser "un buen editor, no un escritor fantasma", y le advirtió que no soportaba más "esta especie de amputación y trasplantes quirúrgicos".

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