Notable reparto para otro 'Don Carlos'
Como en otras ciudades y festivales, el cuarto centenario de Felipe II ha servido de pretexto para la programación de la ópera Don Carlos, de Verdi, en el Palacio de Festivales de Santander, repleto de público. No es el palacio un teatro, así es que, cuando pueden hacerse en el campo de la representación, está muy condicionado y precisa de no escasa imaginación. No fue el caso de la producción de Giuseppe de Tomasi, milanés, que tras diplomarse en Farmacia se formó en la Academia de Arte Dramático de su ciudad. Su nombre figura con frecuencia en los "cartelones" líricos de Europa y América y no era la primera vez que actuaba en la capital de Cantabria.El escenógrafo Poppi Ranchetti, también de Milán, ha debido vérselas y deseárselas para meter los escenarios de la versión definitiva de Don Carlos en un espacio bastante inadecuado. Siguiendo las tradiciones en las que fue maestra Margarita Wallman, resolvió el problema a partir de una gran escalera que sirve para todo: el bosque de Fontainebleau, las cámaras del alcázar de Madrid o la plaza de Atocha.
Don Carlos, de Giuseppe Verdi
Giuseppe de Tomasi (dirección); Poppi Ronchetti (escenógrafo); Luciana D´ Intino (princesa de Éboli), Roberto Scandiuzzi (Felipe II), Carol Vaness (Isabel de Valois). Real Orquesta de Sevilla. Palacio de Festivales de Santander.
Se resintieron los momentos más espectaculares como el Auto de fe, ceremonia barroca allí donde las haya, pero aquí, agrupación de pueblo, iglesia, corte y milicia para asistir al ritual de la muerte en la hoguera de tres condenados. Por lo demás, todo pecó de estatismo aunque sobresalieran detalles de buen gusto, como la presencia, casi constante, de la imagen del príncipe, la de un lienzo de Ribera o la del grupo escultórico real que todos conocemos por verlo en el Monasterio de El Escorial.
Mitificación
Cualquiera medianamente culto sabe que la historia del príncipe Don Carlos -héroe y amante exaltado- no obedece en absoluto a la realidad histórica, sino que se trata de una invención promovida por Guillermo de Orange. Es más, como escribe la escritora florentina Virginia Cisotti en su interesante estudio sobre Schiller y el melodrama de Verdi (Florencia, 1975), es verdaderamente singular el caso de la mitificación del príncipe Don Carlos "figura insignificante y mezquina, más apta para inspirar compasión que para transformarse en portaestandarte del Ideal". Mas una cosa es la historia y otra la leyenda y sin Schiller primero y Verdi después habría desaparecido de la circulación el triste asunto del príncipe Don Carlos.Recordemos que, hace varios lustros, cierta productora italiana de televisión pretendía filmar Don Carlos en El Escorial y fue el profesor Enrique Tierno Galván quien sustentó la negativa; le parecía demasiada la leyenda negra en la biografía imaginaria del príncipe español para el ámbito del monasterio herreriano de San Lorenzo, "nuestra gran piedra lírica", como lo denominara el filósofo José Ortega y Gasset.
Contó el festival de Santander con elementos suficientes para hacernos llegar la gran creación verdiana sin mayores tropiezos e incluso con evidente belleza. El público aplaudió, en mayor medida, a Luciana D"Intino, en la princesa de Éboli, a Roberto Scandiuzzi, en Felipe II y a Carol Vaness, en Isabel de Valois, así como al joven tenor español Jorge Elías. Su voz es muy bella y de importación lírica muy efectiva, su expresividad alcanza climas de pasión, pero, en algún caso, faltó control en los agudos y sufrió de breves trémolos en la región media. Excelente el gran inquisidor de Stefano Palatchi, catalán a pesar del nombre y pleno de nobleza el Rodrigo de Roberto Frontali.
Todo ello se apoyaba en la gran calidad y buen hacer de los coros de la ABAO bilbaína y el coro Easo, de San Sebastián. Respondió de la parte musical el maestro Antonello Allemandi, al frente de la estupenda Real Orquesta de Sevilla. A Allemandi corresponde, probablemente, la mayor parte del considerable éxito.
Babelia
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