La comunidad judía considera "histórica" la reparación de 190.000 millones de la banca suiza
El acuerdo de los bancos suizos donde los nazis depositaron los bienes confiscados a los judíos antes y durante la II Guerra Mundial ha satisfecho a todo el mundo. A las organizaciones judías, a EEUU y al Gobierno de Israel. Según el acuerdo, los bancos deberán pagar 1.250 millones de dólares (unos 190.000 millones de pesetas) a supervivientes y herederos de víctimas del Holocausto. El momento fue calificado de "histórico" por las partes en litigio y pone punto final a una larga polémica que estuvo al borde de provocar una crisis diplomática entre EEUU y Suiza.
Ahora, el problema puede trasladarse a dos bancos alemanes, el Deutsche Bank y el Dresdner Bank, a los que se les reclama importantes indemnizaciones por comerciar con propiedades arrebatadas a los judíos que iban a las cámaras de gas. Ambas instituciones se negaron ayer a comentar el acuerdo de los suizos, pero aseguraron que éste no es un precedente.Mientras, en Israel, Estados Unidos y las organizaciones judías existe una gran satisfacción. No es una cuestión de dinero, es una cuestión de principios, dijo ayer el senador norteamericano Al D"Amato, uno de los impulsores de la presión sobre los bancos suizos.
"Esto no es caridad", aseguró la hija de un desaparecido en un campo de concentración. "Mi padre depositó ese dinero. Me pertenece". Los bancos suizos han reconocido errores en la administración de esas cuentas ocultas, y hasta ahora no han querido pagar reclamaciones porque no sabían cómo y a quién repartir el dinero. Durante los últimos dos años, habían resuelto algunas reclamaciones individuales, y en junio ofrecieron una compensación global de 600 millones de dólares, que fue considerada insuficiente.
Hace poco más de un mes, varios bancos y entidades financieras de algunos estados de EEUU, entre ellos Nueva York, habían decidido boicotear las operaciones de bancos suizos en su territorio, una medida extrema de presión muy criticada por Washington.
Los bancos suizos sospechosos de haberse quedado el dinero confiscado por los nazis, Crédit Suisse y UBS (entidad resultante de la fusión del Union Bank y el Swiss Bank), pagarán a corto plazo una entrada de 250 millones de dólares cuando se resuelva la tramitación del plan, y el resto en tres años.
A cambio, los más de 30.000 demandantes en el proceso, que están repartidos por todo el mundo, retirarán todas sus reclamaciones sobre las cuentas expropiadas hace medio siglo. Este grupo de personas, junto al Congreso Mundial Judío, también había demandado al Gobierno y el Banco Central de Suiza, como corresponsables de la malversación.
Las organizaciones judías involucradas en este proceso dijeron anteayer que el dinero será repartido de manera que llegue primero a quienes más lo necesitan: supervivientes y herederos que viven al límite de la pobreza en Europa del Este.
Entre 1940 y 1945, la Alemania nazi se apoyó sobre todo en los bancos suizos, pero también en otros de Europa, para blanquear dinero de cuentas confiscadas y depositar oro robado a los judíos. En el Banco Nacional de Suiza llegó a haber 248,8 toneladas de oro, y en el Banco Central de Portugal, el segundo depósito de oro nazi en volumen, 43,6 toneladas. En el Banco de España los nazis almacenaron 1,4 toneladas.
Cuentas no reclamadas
La polémica que ahora parece cerrarse empezó a cobrar fuerza entre 1995 y 1996, cuando los bancos suizos y el Congreso Mundial Judío se pusieron a discutir la cantidad depositada en cuentas no reclamadas desde el Holocausto. Los suizos calculaban siempre a la baja. En octubre de 1996 comienzan a presentarse las primeras reclamaciones judiciales, que desembocaron en demandas colectivas. Los bancos suizos anunciaron su propósito de "cooperar".En enero de 1997 salió a la luz el caso de un guarda de seguridad del Union Bank que cogió documentos relacionados con el oro nazi de una máquina trituradora de papel. Los bancos suizos empiezan a publicar listas de cuentas paralizadas y hacen sus primeras ofertas de restitución, lo que sólo anima a la otra parte a pedir más explicaciones y más dinero, y desencandena las primeras amenazas de boicoteo por parte de instituciones financieras en EEUU.
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