El 75% de los edificios sometidos a revisión incumple la ley sobre el aire acondicionado
La deficiente renovación del flujo provoca faringitis, rinitis, alergias y asma
Unas 150 empresas e instituciones españolas se someten cada año a una auditoría ambiental para conocer el estado de sus sistemas de aire acondicionado. La mayoría descubre que está incumpliendo la normativa sobre higiene en el trabajo. Según los datos de SGS -la única firma auditora independiente del sector-, el 25% de los edificios inspeccionados no renueva su aire en absoluto, y otro 50% lo renueva de forma insuficiente. Este aire viciado esparce por los lugares de trabajo o locales públicos bacterias, hongos y ácaros que provocan faringitis, rinitis, asma y varios tipos de alergias.
Enfriar aire procedente de la calle es muy costoso. En las horas más calurosas, muchos sistemas ni siquiera tienen suficiente potencia para ello. El parche más socorrido para superar ese problema es hacer recircular el aire interno y -a su rebufo- los ácaros de la moqueta, los microorganismos del ambiente y los contaminantes de los conductos.Las empresas y las administraciones ya no tienen excusa para eludir su responsabilidad sobre la calidad del aire acondicionado en sus instalaciones. Un reciente real decreto (486/1997) obliga al empresario a "adoptar las medidas necesarias para que la utilización de los lugares de trabajo no origine riesgos para la salud de los trabajadores". Ello incluye, entre otras cosas, que el sistema de ventilación "asegure una efectiva renovación del aire del local de trabajo". Resulta obvio que cientos de empresas auditadas incumplen esta norma. Y muchos otros miles no han sido auditadas nunca.
Otros problemas
Pero el aire mal renovado es sólo uno de los numerosos problemas comprobados en las auditorías ambientales de SGS. La lista incluye filtros inadecuados o sucios, rejillas de entrada y salida de aire colocadas demasiado cerca unas de otras, tomas situadas al nivel del suelo que introducen en el edificio los contaminantes de la calle, flujos de sentido inconveniente (por ejemplo, desde los pasillos de un hospital hacia los quirófanos) y varios otros.Según Ángel Cárcova, responsable de salud laboral de Comisiones Obreras, más de un millón de españoles trabajan en edificios con sistemas de aire acondicionado defectuosos o mal mantenidos. Un 20% de estos empleados se ha quejado alguna vez de irritaciones en ojos, nariz y garganta, infecciones y otros síntomas que desaparecen al abandonar el lugar de trabajo.
La jefa del servicio de alergología del hospital Clínico de Madrid, Consuelo Martínez Cocera, confirma que el aire mal renovado esparce por los edificios ácaros, sustancias alergénicas y microorganismos que provocan dolencias respiratorias.
Una encuesta del mismo sindicato entre 153 edificios de uso público (bancos, ministerios, terminales y centros comerciales) reveló en 1993 que sólo una cuarta parte de ellos sometía sus sistemas de aire acondicionado a una revisión anual (lo aconsejable es hacer dos al año, antes y después del calor). Cárcova afirma que esa situación no ha cambiado sensiblemente desde entonces.
Los errores no sólo afectan al mantenimiento de los equipos, sino también a su propio diseño e instalación, generalmente debido a que las constructoras prefieren ahorrarse el coste de contratar a un ingeniero especializado en aire acondicionado.
El director de prevención y medio ambiente de SGS, Juan Carlos Bermúdez, enumera algunos principios simples que mejorarían la calidad y la eficacia energética sin encarecer mucho la instalación (y abaratando su funcionamiento): usar aire de la calle en los meses templados, equipar de forma diferente las fachadas norte y sur, planificar con sentido común las presiones en cada habitación (por ejemplo, más presión en el quirófano que en el pasillo), dirigir los flujos hacia los cuartos de baño... y forzar a los arquitectos a tomar en cuenta los costes de mantenimiento a la hora de calcular sus presupuestos.
A ras de suelo
Los mejores equipos, sin embargo, son los llamados sistemas de desplazamiento, en los que el aire frío no se inyecta a fuerte presión desde el techo, sino suavemente a ras del suelo para que forme una fina capa. Cuando toca algo caliente (por ejemplo, el cuerpo de un empleado), el aire pierde densidad y sube envolviendo al cuerpo. Este sistema cuesta un 5% más que uno convencional, pero ahorra un 20% de consumo, evita las corrientes y reduce al mínimo la dispersión de microorganismos y contaminantes.
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