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FERIA DE SAN FERMÍN

La fiesta y la nada

El último encierro sigue la tónica limpia y veloz de la fiesta

Cuesta de Santo Domingo, plaza del Ayuntamiento, Mercaderes, Estafeta, curva de Telefónica, el callejón y se acabó. El recorrido del encierro lucía ayer a las nueve de la mañana un aspecto entre la desolación y la nada. No había vallado. Después de San Fermín, el silencio. Los cuerpos vareados en ocho días de frenesí y carreras se enfrentaban a lo más duro: la realidad. Una realidad sin pañuelos rojos, sin toros y, lo peor, sin encierros. El santo patrón del caos cedía el testigo al orden. Después de la fiesta, la nada.Los toros de Torrealta se encargaron de transmitir la triste noticia. Y lo hicieron con la premura que conviene a lo inevitable. Los astados de Medina Sidonia (Cádiz) completaron el recorrido en poco más de dos minutos. Es decir, una carrera limpia, despejada y veloz, que no registró un solo incidente de consideración. "Todo bien. Ha habido menos gente que otros días y los toros han ido en manada y bastante rápidos. Sin problemas", resume telegráficamente Miguel Angel Castander, de 31 años. Al lado de este madrileño de San Sebastián de los Reyes, un grupo de viejos conocidos se entregan al ritual de las despedidas, los abrazos y los encedidos "¡Hasta el año que viene!", con voz de trueno.

En frente de Casa Flores, los habituales dan un cumplido repaso a lo que ha sido este San Fermín: carreras limpias, veloces y con un balance de heridos casi nulo. Víctor Ruiz se muestra encantado, con la satisfacción del deber cumplido. "La verdad es que ha sido un año extraordinario. Ha habido mucha gente, pero se han podido ver carreras emocionanates y bonitas", dice este joven de 23 años y acto seguido apunta en un brote de entusiasmo: "Empecé a correr con 11 años en Bustarviejo y siempre es diferente". Como su compañero, él también es de Madrid y tiene a Pamplona como la cita más esperada: "Todo el año ahorramos para venir. La afición te puede".

"Hoy, todo el mundo venía con muchas ganas", "Da un poco de pena", "Ya era hora, no aguantaría un encierro más", son las frases que se van desgranando y desperdigando entre los corrillos de los corredores locales. Por su puesto, el asunto de las aceras, que suscita casi unanimidad ("Ahora se corre mejor. Hay menos mirones") y la falta de heridos importantes son los otros temas que caen con la cordialidad de los gestos sinceros y rutinarios.

En el hospital, sólo quedan tres heridos. Dos de ellos, víctimas del empuje de los toros de Cebada Gago. El galés Rob Jones, que escapó con fractura craneal, y el zarautztarra Fabián B.E., que fue corneado en la pantorrilla. El último de los heridos, el que se encuentra en estado más grave, no fue en cambio víctima de toro alguno. Pablo Hagger, residente en Londres, fue arrollado por una vaquilla el día 12. El animal que, como habitualmente, fue soltado en la plaza después del encierro para que los mozos exhibieran sus dotes de recortadores, le dejó una herida por asta de 25 centímetros metida entre la décima y la undécima costilla de la región lumbar derecha.

Detrás, el empuje de unos mansos más bravos que nunca, las desquiciadas locuras de los patas, la historia de un corredor que no dejó de jugarse el tipo ni el día de su boda y el entusiasmo mil veces renovado de la fiesta. Delante, la nada. Mejor: el próximo San Fermín fin de milenio.

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