Justo a tiempo para salvar al presidente
El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha salido al rescate justo a tiempo, cuando el ambiente político en Moscú recordaba, salvando las distancias, al de los días previos al golpe comunista de agosto de 1991. En los últimos días, los rumores sobre un empeoramiento del estado de salud de Borís Yeltsin y la publicación de escenarios en los que éste dejaba de ser presidente evocaron la posibilidad de un golpe civil en las fronteras mismas de la Constitución.El líder del Kremlin salió al paso de estas especulacions con un no pasarán que pretendía apoyarse en la fidelidad de los jefes de las fuerzas armadas. "Cualquier intento extremista de tomar el poder fracasará", dijo el pasado viernes. "El Estado Mayor nunca nos ha traicionado".
Por vez primera, el mayor peligro para Yeltsin parecía proceder de algunos de quienes constituyeron su principal baza para ser reelegido en 1996: los que en Rusia se conoce como "los oligarcas" y que en realidad son grandes empresarios y banqueros. Uno de ellos, Borís Berezovski, tal vez el más influyente y maquiavélico de todos, utilizó uno de los medios de comunicación que controla, Nezavisimaia Gazeta, para difundir, a través de un artículo de su director, Vitali Tretiakov, una propuesta que levantó ronchas en el Kremlin.
Para el caso de explosión social provocada por el deterioro de las condiciones económicas, y con el objeto de evitar una guerra civil, el plan preveía la constitución de un Consejo de Estado Provisional encargado de organizar elecciones "legales y democráticas". El mismo Yeltsin podría formar parte de ese órgano, siempre que antes se comprometiera solemnemente a no ser candidato.
Blanco de todas las iras
Y es que Yeltsin ha dejado de ser, al menos dentro de Rusia, la baza segura a la que se apuntaron los poderes fácticos en 1996 para hacer frente a la amenaza comunista. Mineros, profesores, médicos, científicos y otros colectivos le han convertido en blanco de sus iras, en culpable de los retrasos en el cobro de sus salarios, de la destrucción del tejido productivo del país. La Duma (Cámara baja del Parlamento) está harta de ser humillada, la última vez cuando le impuso a un desconocido e inexperto primer ministro, Serguéi Kiriyenko. Los diputados tienen abierto un juicio político para destituirle, aunque las posibilidades de lograrlo parecen remotas.Si el rublo se hubiese devaluado, la inflación hubiese repuntado y los bancos hubiesen quebrado en cadena, la posición de Yeltsin habría sido poco menos que insostenible. La operación rescate del FMI y el Banco Mundial le da, cuando menos, unos meses de respiro.
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