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El director Peter Brook regresa a la ópera con un 'Don Juan' intimista y teatral

El festival de Aix-en-Provence se convierte en el santuario de la música mozartiana

El festival de Aix-en-Provence celebra este año su 50 aniversario, con el plato fuerte de un Don Juan de Mozart, que supone el regreso a la escena operística, tras muchos años de ausencia, de Peter Brook. La dirección musical de la premiere del día 9 de julio correspondió al joven de 22 años, Daniel Harding, y la segunda del día 10 al veterano Claudio Abbado. Ambos se alternan con repartos vocales diferentes. Cuatro representaciones previas, a precios reducidos, habían anticipado la inauguración oficial. El festival de Aix-en-Provence se ha convertido en el santuario de la música mozartiana.

En un remozado teatro de l"Archevêché se podrá seguir contemplando Don Juan hasta el día 29 de julio, para después iniciar una gira, de agosto a enero, con 48 representaciones en Estocolmo, Lyón, Milán, Bruselas y Tokio.El festival de Aix-en-Provence surgió después de acabar la II Guerra Mundial, convirtiéndose desde sus inicios, gracias especialmente a las extraordinarias direcciones musicales de Hans Rosbaud y al talento organizativo de Gabriel Dussurget, en el gran santuario del sur de Europa de la música mozartiana.

Una fecha tan representativa como la de las bodas de oro exigía una apuesta simbólica, y ésta sólo podía venir de la mano de una de las dos óperas emblemáticas de Aix: Cosi fan tutte con la que se inauguró el festival en 1948. El nuevo director del festival, Stephane Lissner, ha optado por el riesgo de Don Juan para esta ocasión excepcional.

El último encuentro

La actividad más efervescente de Peter Brook en la ópera data de 1947, cuando fue director del Covent Garden y montó varias obras, entre las que se encuentra una Salomé con decorados de Salvador Dalí. De este periodo data su último encuentro público con Mozart, unas Bodas de Fígaro, en 1948. Después de un Eugenio Oneguin en Nueva York en 1953, Brook se retiró del teatro lírico alegando que no encontraba las condiciones de trabajo adecuadas con los divos y la tiranía del star-system para desarrollar lo que andaba buscando. Sus dos únicos trabajos ligados a la ópera desde entonces -La tragedia de Carmen e Impresiones de Pelleas- los ha desarrollado desde el teatro Bouffes du Nord, de París.Don Juan es una ópera que ejerce una atracción fatal sobre los grandes directores de escena. Brook lo aborda desde la intimidad, buscando la correspondencia entre el mito y la cotidianeidad, resaltando el valor de la palabra cantada, enfrentando a los actores al espacio desnudo.

Brook va más allá del claroscuro humanista de Strehler, del concepto laberíntico e intelectual de Chereau o de la rabiosa provocación de Sellars. En Brook se renuncia a una belleza que no salga de las entrañas de los cantantes-actores, se recupera el espíritu del teatro itinerante, se prescinde de escenografías (varios objetos cotidianos de colores vivos solamente, sobre el fondo de la fachada de una calle provenzal que subraya el aquí y ahora), se sugiere que como decía Anthony Burgers "todos somos don Juan", pero también Zerlina o doña Elvira. La sensación de verdad surge de este despojamiento. No hay ningún encanto estético adicional, pero sí una continuidad en el desarrollo de las escenas que fluyen una tras otra, contradictorias, como la vida misma. El espacio vacío ha sido el punto de encuentro y a él se adaptan unos cantantes-actores que mantienen en los dos repartos su personalidad individual y que se integran con matices propios en la idea de conjunto. Brook admira a Shakespeare, Chejov y Mozart. En su aproximación al Don Juan hay destellos del paso del tiempo chejoviano y de los valores eternos shakesperianos. No gustó su propuesta al público de la premiere del día 9, que en alto porcentaje le abucheó. No se oyó ni una manifestación de protesta al día siguiente sobre su trabajo.

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