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FERIA DE SAN FERMÍN

El cabestro

El segundo encierro, con una manada agrupada, fue rápido y compacto

"No panic. De estier is un cabestro". ¿Qué idioma habla San Fermín? La lengua universal que imaginara la película Blade Runner cobra vida cada año en Pamplona. Llegados a un grado moderado de intoxicación etílica, toda alma de buena voluntad con los colmillos suficientemente afilados se empeña en exhibir las bonanzas de la tradición local.

No falla, la agredida con este dialecto del esperanto es rubia con las carnes torneadas en las zonas limítrofes de Kentucky. Ayer, un mozo de apariencia fresca soltó este cruce de inglés, alemán y bable al compás del acento conquistador de Roncesvalles. En frente, la joven referida. El encierro tocaba a su fin. La manada ya había enfilado la cuesta hacia la plaza. Faltaban por pasar los bueyes escoba... y entonces se abrieron los océanos y cual manantial de sabiduría ancestral brotó la sentencia, que traducida reza: "Nada que temer. El burel es cabestro".

La cara de la ávida lectora de Hemingway era un poema. Incapaz de decidir si tirarse al suelo o pedir auxilio, optó por devolver la afrenta políglota con la misma moneda. "¿Qué es un cabestro?", dijo en un más que decente castellano. De lo que se deduce que funciona. La lengua universal del santo corredor es ya patrimonio universal. La pregunta daba en la diana. El encierro de los del Conde de la Corte deparó pocos temas de encendida conversación. Salvo el de los cabestros.

De principio a fin, la manada fue agrupada, compacta y todo discurrió tan limpio como rápido. Víctor, un corredor fajado, servía una improvisada contestación a la ignorante extranjera: "Todo ha ido muy bien y precisamente el cabestro me ha hecho esto". Se señala una espalda marcada por un pitón romo. El culpable, el buey colorao que el día anterior había montado un cisco de impresión en la cuesta de Santo Domingo.

Aglomeraciones

En la entrada a la plaza, una aglomeración provocaba el único incidente notable. Entre una montaña de cuerpos, otro cabestro se abría paso con una pujanza desusada. Antes, en una Estafeta abarrotada, un berrendo negro con hechuras de toro abría el sendero a la manada. Muchos corredores inexpertos corrían al hilo de sus cuernas desmochadas convencidos de su hazaña. Por lo demás, el encierro invirtió los papeles con respecto al del día de San Fermín. Las iniciales y explosivas carreras a puerta de corrales progresaron con espacio. En la Estafeta, el panorama era bien distinto.

La manada, que no resbaló como de costumbre en la curva más famosa de la carrera, descubrió que delante de ellos todo era una densa red de cuerpos apretados. "Había que estar más pendientes de no tropezar con nadie que de los toros", dice el pamplonés Miguel Fernández. Pese a ello, gracias a que la manada se estiró, se pudieron ver carreras intensas a centímetros de los pitones.

Así, haciendo honor a su inmejorable fama, los animales de la dehesa extremeña, avanzaron en un pañuelo sin provocar heridos y completaron su carrera en 2 minutos y 45 segundos.

LA CORRIDA DE HOY

Plaza de Pamplona.

5ª corrida de feria.

Toros de los herederos de Salvador Guardiola Fantoni, de la finca El Toruño, en Utrera Antigüedad, 23 de septiembre de 1945.

Matadores: Manuel Caballero, El Tato y Javier Vázquez.

A las seis y media de la tarde.

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