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Un Lorca 'políticamente correcto'

Se acaba de inaugurar en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, de Madrid, la exposición Federico García Lorca (1898-1936), fruto de los esfuerzos de la Comisión Nacional Organizadora de los Actos Conmemorativos del Centenario del Nacimiento de Federico García Lorca y de la colaboración del propio MNCARS y de la Fundación Federico García Lorca. "Buque insignia de las celebraciones del centenario del poeta", la llamó hace unos días Abc. Pero la muestra, pese a incluir objetos y documentos de extraordinario interés, constituye un compendio de dislates, errores, torpezas, silencios e ignorancias tan llamativo que no sólo pone en tela de juicio el crédito de los responsables, sino que traiciona el sentido de la vida y de la obra del granadino.Según un texto conjunto publicado en el catálogo de Federico García Lorca (1898-1936) por los comisarios de la exposición, ésta propone "un paseo imaginario por el mundo de Lorca a través de cuatro grandes temas, esos temas recurrentes en su vida, los que le conforman como artista y como hombre: las ciudades vistas, los amigos encontrados, el éxito y la soledad del poeta". Dado el título de la muestra, que da a entender que se ofrecerá al público una visión global del poeta, puede sorprender la elección de tales "grandes temas". Llama la atención sobre todo la rigurosa ausencia de cualquier reconocimiento o consideración de la homosexualidad del poeta (pese a haber una sección dedicada a sus amigos) o de su hondo compromiso político -dos "temas" fundamentales en su vida y su obra-, mientras las causas de su asesinato/ejecución se pasan totalmente por alto (incluir el trucado certificado de defunción de 1840 no compensa por la laguna).

"Para nosotros, no hay tabú en la vida de Lorca", han declarado recientemente los comisarios. "Tratar su homosexualidad de forma muy explícita nos parecía un poco violento. El poeta nunca hizo una bandera de su homosexualidad, sino que siempre se mantuvo en el terreno de la ambigüedad". Se comprende que Lorca se comportara con discreción, pues, hasta en la muy liberal Residencia de Estudiantes, "algunos olfateaban su defecto y se alejaban de él" (testimonio de José Moreno Villa), mientras bajo Primo de Rivera hubo redadas de "invertidos" y, unos años después, ya en plena República, los fascistas de la revista Gracia y Justicia le tildaban cruelmente de Federico García Loca. En su obra, el escritor se enfrentó valientemente con el tema del amor que no se atreve a decir su nombre -ahí está El público-, y es una tradición seguir callando o minimizando su condición de marginado sexual cuando hasta los críticos antaño más circunspectos admiten hoy que, sin tenerla en cuenta, no se puede entender cabalmente la creación lorquiana.

En cuanto al compromiso social y político del poeta, está tan demostrado a estas alturas, que silenciarlo sólo puede corresponder a la más burda de las censuras: sus numerosas declaraciones antifascistas en la prensa, así como expresiones de solidaridad con los pobres y los desposeídos, su apoyo explícito al Frente Popular, la carta a sus padres desde Barcelona en 1935 (ya estrenada Yerma, tan ofensiva para mentes tradicionales), donde se refiere a la "campaña" de las derechas contra él y Margarita Xirgu, campaña que sabe seguirá ("Es casi conveniente que lo hagan, y que se sepa [de] una vez los campos que pisamos. Desde luego, hoy en España no se puede ser neutral")... Sin tal compromiso, visible ya en los primeros escritos del poeta, la obra hoy admirada mundialmente no existiría.

Entre las ciudades "vistas" (?) por el poeta -¿por qué no está Barcelona?-, los comisarios incluyen, naturalmente, Granada, pero se silencia la opinión de Lorca sobre ella, y sobre la "Toma" en 1492. "Yo creo que el ser de Granada me inclina a la comprensión simpática de los perseguidos", dijo en 1931, "del negro, del judío, del gitano... del morisco que todos llevamos dentro". En junio de 1936, pocas semanas antes de su inmolación, Lorca declaró a El Sol, de Madrid que en Granada se agitaba entonces "la peor burguesía de España". Se sabe que comentario tan ofensivo como certero fue ampliamente discutido en la ciudad, y no menos entre los conspiradores. Pero a nada de todo ello se alude en esta exposición.

En cuanto a la organización física de la muestra, hay que decir que los paneles informativos son penosos. Al trasladarse a ellos, a veces resumidos, los textos de los comisarios, ya de por sí pobres, mal informados y a veces huérfanos de sentido (botón de muestra: Lorca estaba "entusiasmado por los negros más puros que la poesía pura"), los errores, las torpezas, las faltas gramaticales y ortográficas se amontonan (entre estas últimas, el crítico catalán Gasch figura como Gash; T. S. Eliot, como T. S. Elliot; Gerardo Diego, como Geraro Diego). Tal vez la metedura de pata más llamativa ocurre en el panel de la misma entrada a la exposición, que nos informa de que "hay al menos dos Lorcas entre muchos: el privado y el público. Al primero lo conocemos bien y, sin embargo, volvemos a leerle cada vez con idéntica sorpresa, con la misma pasión. El segundo, que se oculta, está escondido debajo de las líneas, entre las líneas...". Lo que ocurre es que se han trastocado, sin que nadie lo haya notado, las palabras "privado" y "público" del original (catálogo, página 17), ocasionando que, en el mismo umbral de la exposición, el público tenga que vérselas con un contrasentido.

Otro fallo notable es que los objetos expuestos no están numerados. Ello inutiliza el catálogo -hermosamente presentado, bien es verdad- como guía de la misma. Por lo que respecta al índice del catálogo, la sección "Cartas dirigidas a:", encargada por lo visto a un ordenador y luego no corregida por intervención humana, es una auténtica barbaridad. Entre los recipientes de dichas cartas figuran, según dicha sección, no sólo Oscar Wilde (sic) -que murió cuando el futuro poeta tenía dos años-, sino también Pedro Soto de Rojo (fallecido en 1658) y el mismísimo Lope de Vega. Es difícil dar crédito a los ojos.

El error más garrafal de la muestra, con todo, concierne a un fragmento de carta a Dalí procedente de la Fundación Gala-Salvador Dalí, de Figueres, y atribuida confiadamente a Lorca (se reproduce en la página 170 del catálogo). La misiva ocupa la misma vitrina que el

Pasa a la página siguiente

Viene de la página anterior manuscrito de la Oda a Salvador Dalí, y por su grafía puede apreciar enseguida cualquiera que no es de Lorca (a mí me parece, por letra y contenido, ser de Luis Buñuel). Siendo colaboradora de la muestra la Fundación Federico García Lorca, es incomprensible que se haya atribuido este documento al autor de Bodas de sangre. ¿No la vio antes de su instalación el secretario de la misma, Manuel Fernández-Montesinos, sobrino del poeta, que ha manejado centenares de manuscritos de su tío? ¿Cómo explicar fallo tan grotesco?

Creo que no es exagerado decir que se sale de Federico García Lorca (1898-1936), además de sin conocer al Lorca auténtico, con muy poca o ninguna idea de la temática, sumamente coherente, de la obra suya, que gira fundamentalmente en torno al empeño del ser humano de vivir libre, digna y plenamente su vida instintiva. El 5 de junio pasado se organizó en la Residencia de Estudiantes un homenaje a Lorca, con presencia gubernamental, en el día de su centenario. Durante el mismo, el presidente Aznar proclamó que "la poesía no tiene ideología". La muestra light del Reina Sofía apunta en la misma dirección. Me temo que, si viaja fuera de España, será duramente criticada.

Ian Gibson es hispanista, autor, entre otras obras, de El asesinato de García Lorca y de una biografía en dos tomos del poeta.

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