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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Del consenso al aula

LAS DIFERENCIAS educativas pueden ponerse en ebullición y desencadenar conflictos insolubles, o enfriarse y consolidar acuerdos cuya principal virtud no es traer soluciones acabadas, sino abrir el camino. Esto es precisamente lo que ha sucedido con el reciente dictamen sobre la enseñanza de las humanidades en secundaria, elaborado por una comisión de 30 expertos presididos por el ex ministro de Educación de Unión de Centro Democrático (UCD) Juan Antonio Ortega y Díaz Ambrona.La comisión recibió su encargo como consecuencia de la derrota en el Congreso del anterior plan de humanidades de Esperanza Aguirre, rechazado por todos los partidos menos por el PP, y duramente criticado por las comunidades autónomas no gobernadas por los populares. Tan elocuente derrota parlamentaria convenció a los partidos y responsables educativos de que es mejor una paz gris que una guerra en blanco y negro, en la que todos iban a dejarse pelos en la gatera sin que los estudiantes sacaran nada en claro.

La comisión ha trabajado discretamente, evitando los maximalismos, prefiriendo la recomendación posible a la orden imposible, y ha redactado un texto cuyo principal mensaje es de extraordinario valor: refuércense las humanidades, pero con el mayor acuerdo posible. Así deben ser las cosas en educación, como lo demuestra el respaldo mayoritario que ha recibido el dictamen en la comunidad educativa y académica.

El consenso y el pleno respeto a la autonomía de las comunidades son las luces del documento. Las sombras son la evidente dificultad para poner en práctica las orientaciones sin atar al pupitre a los alumnos, e incluso el margen de desobediencia de que disponen las administraciones autónomas. Cataluña, por ejemplo, ya ha anunciado que aplicará su criterio en la reforma de la secundaria a pesar del documento.

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Mientras no se demuestre lo contrario, prevalece la presunción de inocencia: es de esperar que todos los Gobiernos recibirán con interés el dictamen y se esforzarán en mejorar la educación humanística de sus alumnos. Ganarán con ello. Están obligados a demostrar que estos cuatro meses de trabajos pueden dar frutos, aparte del valiosísimo consenso, que, por muchas heridas que cierre y esperanzas que suscite, no mejora en sí mismo la calidad de la enseñanza.

Entre los puntos que aclara el dictamen destacan los siguientes: todos los países están tropezando con la misma piedra en la enseñanza secundaria; no basta reforzar las humanidades, sino que hay que impregnar de humanismo todas las materias; la LOGSE es un marco de referencia para seguir mejorando y corrigiendo errores; además del territorio de la comunidad autónoma, también existe España, Europa y el mundo; somos herederos de Grecia y Roma; la filosofía ayuda a comprender el mundo, y el arte, a disfrutarlo y recrearlo. Por encima de todo: leer, leer y leer.

Puede pensarse que, para acabar en conclusiones tan generales como éstas, ocho meses de debate y enfrentamiento son excesivos. Pero así vienen dadas las cosas en la política española. De tan elementales puntos de partida pueden derivarse benéficas pautas de mejora. Que la educación se haya convertido en uno de los escasos ámbitos en los que los desacuerdos han pasado al segundo plano es un ejemplo. Los políticos y la comunidad educativa deben aprovechar este respiro para concretar en paz la verdadera reforma de las humanidades: la que se hace cada día en el aula.

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