Una mirada a la historia
La familia presidencial norteamericana visitó ayer en privado el lugar donde han reposado bajo tierra durante 22 siglos los más de 7.000 guerreros de terracota que custodian la tumba del emperador Qin Shi. Los Clinton se declararon impresionados por el refinamiento de la civilización china en una etapa tan temprana de la historia.Pero Clinton tendrá que afrontar hoy lo que el consejero de Seguridad Nacional, Sandy Berger, llamó ayer las múltiples caras de la China contemporánea, un gigante de 1.200 millones de seres que se está incorporando con vigor a la modernidad económica y tecnológica, pero con muchísima más lentitud a la democracia.
El presidente Jiang Zemin escuchará en el Gran Palacio del Pueblo de Pekín el montón de peticiones que le trae su huésped: que no persiga a los disidentes, que deje de vender misiles a terceros países, que dialogue directamente con el Dalai Lama, que reduzca la grave contaminación ambiental china, que abra su mercado a los productos norteamericanos y que sus misiles nucleares dejen de apuntar a las ciudades de EEUU. Pese al ferviente deseo de las dos partes de que esta visita sea un éxito, el diálogo no será fácil.
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