_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La teoría marica

Vicente Molina Foix

Mientras en la España negra y también azul un viejo patán -con el más fácil recurso de los graciosos del sainete- consigue el propósito de llamar la atención que su obra literaria reciente ya no despierta, en el mundo civilizado prospera la queer theory. Traducir bien estos términos resulta escabroso, porque si en español decimos sólo marica, que es la acepción figurada pero dominante del adjetivo queer, se pierde el matiz de lo raro o extraño (eso significaba tradicionalmente) que los homosexuales anglosajones incluyen a conciencia en su adopción de una palabra que empezó a usarse contra ellos insultantemente.El auge y hasta el nacimiento de la teoría marica y los estudios gays y lesbianos se debe a la cultura universitaria norteamericana, responsable en los últimos 15 años de ridículos excesos en el examen y valoración de las obras artísticas. No puedo hacer aquí la historia de los llamados "estudios culturales" ni la de las respuestas que ha suscitado, algunas tan conocidas como la de Harold Bloom (El canon occidental) y Robert Hughes (La cultura de la queja). Por mi naturaleza me inclino a tomar con simpatía cualquier ataque dialéctico que una minoría hostigada lleve a cabo en el terreno de la clasificación social y el arte, reinterpretando el mundo recibido de las mayorías dominantes bajo la luz de la sospecha y la compensación. Pero por otro lado, el de mi juicio, siento rechazo por la política que consiste en elevar los méritos y significación de una novela o un cuadro en razón de su franqueza sexual o su pertenencia al grupo de las causas justas, y también por la recíprocamente contraria, rebajar la grandeza de Shakespeare a causa del recién revelado imperialismo y misoginia de su obra o ridiculizar el silencio de los autores (Eliot y Henry James son blancos favoritos en cuya hermética trastienda descubren casi a diario armarios secretos).

Toda corriente nueva de militancia, toda reclamación de los derechos escamoteados, implica -y siempre ha sido así- un inicial arrebato remunerativo, una precipitada confusión de lo elemental con lo esencial. En los Estados Unidos ya no hace falta leer a los mandarines de más genio para restablecer el equilibrio de los valores reales; la propia Eve Kosofsky Sedgwick, pionera, vocera y sin duda una de las figuras más sustanciales en la crítica literaria marica, acaba de publicar un interesantísmo ensayo en un volumen que ella compila, Novel Gazing, donde establece, no sin ironía, la diferencia entre lo que por mucho tiempo ha sido una exagerada lectura paranoica de los grandes textos, y el enfoque meramente reparativo que los estudiosos queer tendrían ahora que aplicar en su búsqueda de una verdad artística no sujeta a la condena y los premios ideológicos.

Volvamos, con la debida profilaxis, a la España de hoy. Aunque a alguien le duela, también aquí existen en el más serio nivel universitario los estudios gays y lesbianos y diversas publicaciones que los acompañan. Juan Vicente Aliaga es a mi juicio el más destacado autor español, y él es uno de los contribuyentes al libro colectivo Conciencia de un singular deseo (Laertes), que recoge las intervenciones de un curso de verano dedicado a estos estudios y organizado por el profesor Xosé M. Buxán (la cosa fue en Vigo, en la misma Galicia donde algunos conservan el tarro de las esencias con el tapón bien apretado). El libro es muy desigual, y sin duda incurre en paranoias, pero entra también por vez primera en un territorio de desmesurada virginidad (hay un trabajo interesante del británico Paul Julian Smith sobre Haro Ibars y Cardín en relación con la literatura del sida). ¿Acabará siendo esto de la queer theory una moda pasajera o, por el contrario, un modo de devolver la naturalidad a lo que las buenas conciencias empiezan a aceptar como irremediable? De la cosa ha hablado otro prohombre nacional, Plácido Domingo, recién salido de la españolísima experiencia de su Luna de Valencia; por sus declaraciones sabemos que a él tampoco le gusta tomar, pero respeta a los que lo hacen por nacimiento. "No tienen más remedio", dijo el más tonto de los grandes cantantes contemporáneos.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_