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Crítica:DANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Esfuerzos baldíos de energía y ritmo

No sólo de Ronaldo vive el hombre. Y si algo positivo puede sacarse del muy cuestionable espectáculo del brasileño Grupo Corpo de Minas Gerais es a partir de su energía contagiosa y su sentido del ritmo. La familia Pederneiras lleva años trabajando más o menos en la explotación de una misma línea, lo que no quiere decir que pueda asegurarse concentración estilística ni definición estética. El grupo respira auténticos deseos de gustar, los bailarines se esfuerzan por dar todo lo que pueden, pero el todo escénico nos remite a un efectismo muchas veces errático y empalagoso.El Grupo Corpo, que ya pudo verse en España hace apenas un lustro, ha perdido frescura, el trabajo se ha supuestamente intelectualizado pero, pretendiendo claridad el desarrollo de las coreografías, queda algo vacío y en una espectacularidad epidérmica.

Grupo Corpo de Minas Gerais de Brasil

Bach: música, Marco Antonio Guimaraes, sobre temas de Juan Sebastián Bach. Parabelo: música, Tom Zé y Miguel Wisnik. Escenografías: Fernando Velloso y Paulo Pederneiras. Vestuario: Freusa Zechmeister. Luces: Paulo Pederneiras. Coreografías: Rodrigo Pederneiras. Teatro de Madrid La Vaguada. Madrid, 17 de junio.

Resumiendo, las acciones y frases viven de su propio eco formal y no satisfacen las exigencias del espectador a pesar de un aparato técnico muy afinado, pues luces, vestuario y escenografía son muy cuidados y rezuman un paciente trabajo de montaje. E incluso en la escenografía no todo son goces, ya que resulta algo trasnochado y de dudosa originalidad el colgante de varas de acero al estilo del venezolano Soto y que se ha visto muy utilizado tanto por el propio artista óptico como por otros.

Herejía

La banda sonora de Bach es una especie de herejía al estilo de Waldo de los Ríos que empasta y obstruye inútilmente una coreografía que podía haber vivido a plenitud sobre los compases originales del compositor alemán oídos sin manipular.La segunda obra disgusta algo menos, pero adolece de esa pretensión farragosa de no dejar pausa al espectador, atiborrándole de gimnasia de todos los colores y de apenas algunos aislados brotes de lenta reflexión; la lectura animista y de inserto negroide da un cierto sabor exótico y misterioso a un cuadro en principio abstracto pero iluminado del color local, tan ligado a la tierra y a una extroversión sensual.

El público se entusiasmó con los lejanos ecos de tambor y el cimbrear de cinturas, pero la claridad coreográfica contemporánea exigida no mostró su mejor rostro.

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