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Reportaje:

Nostalgia en el Rocío

El vertido tóxico en Doñana obliga a cambiar el camino tradicional hacia la ermita

Alejandro Bolaños

Tres petardazos y un ligero rastro de humo. Una señal, y la comitiva de tractores, caballos y carretas engalanadas frena su perezoso discurrir. Un revuelo de trajes de flamenca, sombreros cordobeses y botos y, por fin, una salve rociera. «Cantar a la Virgen se hace en cualquier sitio del camino, pero lo tradicional es hacerlo al contacto con el agua», explica un peregrino. Hay también un río, pero algo se sale de la foto de postal: las riberas están teñidas de negro, el color de los lodos tóxicos, del desastre ecológico en Doñana.El río, claro está, lleva por nombre Guadiamar, y su cauce sirvió de avenida a la riada venenosa que se desató tras la rotura de una balsa en las minas de Aznalcóllar (Sevilla) el pasado 25 de abril. Las televisiones de todo el mundo han difundido las imágenes de la contaminación en este afluente del Guadalquivir, pero, hasta el desastre, su nombre apenas era conocido. Salvedad hecha del millón de personas que realizan cada año la mayor peregrinación de Europa en pos del Rocío en Almonte (Huelva).

Los responsables del Plan Romero 98 diseñaron un rodeo de 6,6 kilómetros para que las hermandades no cruzaran a pie o en montura el Guadiamar. Un rodeo que llevó a 64 hermandades a desviarse hacia Aznalcázar (Sevilla). «Te pasas todo el año esperando llegar al Vado del Quema, pero esta vez no puede ser», se lamenta Félix Cabra, 30 años de camino, polvo y rocieras con la hermandad de Umbrete (Sevilla). Todos los miembros de esta hermandad acaban de lanzar su salve sobre el puente que cruza el Guadiamar a la altura del pueblo. No les queda otra manera de seguir la tradición. Los lodos inundaron el Vado, y tras dimes y diretes, la Junta de Andalucía decidió seguir la recomendación de los científicos y prohibir el paso a las 300.000 personas que peregrinan a la ermita de la Virgen desde la provincia de Sevilla. El Vado, recurrente en las letras de las sevillanas, es el tramo del Guadiamar por el que suelen pasar estos romeros para enfilar la recta final del camino. En el que los peregrinos primerizos reciben su bautismo.

Desde primera hora de la mañana, un grupo de vecinas, desde el mirador de sus sillas desplegables, contemplaron un espectáculo inaudito en Aznalcázar. Cada hermandad se paraba en el puente y cantaba su tributo a las aguas. Las salves, comentaban algunos peregrinos, sin el Vado de fondo salían desangeladas. «Yo, cuando dijeron que no se podía pasar, me lleve un choque muy grande», relata Antonio Pizarro. Agentes de la Guardia Civil guían la romería de tractores, carretas y bestias. «Esto va bien, aunque los animales andan un poco nerviosos, no les gusta el asfalto», comenta un agente en uno de los cruces. El plan ha habilitado, en el itinerario alternativo, nuevas áreas de descanso y pozos que no se nutren del Guadiamar para que los bueyes y caballos sacien su sed. La hermandad de Umbrete, todo blancos y azules, toma el desvío hacia Pilas, donde por fin levantarán remolinos de polvo en los caminos de tierra.

Peregrinos ilustres, como el escritor francés Dominique Lapierre, autor de Arde París, se mezclarán con romeros anónimos a las puertas de la ermita, donde en la madrugada del lunes tendrá lugar el momento culminante de la romería: el salto de la verja para sacar la imagen de la Virgen en procesión. A la mañana siguiente empezará el camino de vuelta. Lapierre ya hizo el camino hace tres años y ahora vuelve a lo que considera «una peregrinación impresionante», similar a otras grandes concentraciones humanas que él sólo recuerda en la India. Allí se enteró Lapierre del desastre de Doñana. «Esto demuestra que el hombre no es capaz de cuidar los regalos de Dios», dice el escritor francés, que sigue las carretas de la hermandad de Los Palacios.

«Villanueva y Umbrete, con olivares», arranca el primer verso de una rociera -sevillana de peregrinos-, y la alegría vuelve a la reunión. De un corro a otro se discute cuál es el cajón -en el que se traslada el simpecado o imagen de cada hermandad- con más solera. Una noticia salta en la radio: las 20 carretas de la hermandad de Villafranco del Guadalquivir no han hecho caso de las órdenes y han cruzado el Guadiamar por Entremuros.

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