Joselito, Ponce y Rivera, según sus partidarios
Personalidad, inteligencia y pedigrí distinguen a las tres figuras
Son expertos en tapar el cemento de las plazas. La sola mención de sus nombres encadenados convierte los ruedos en un conglomerado de expectante entusiasmo. Por separado, son legión los que siguen sus carreras con precisión de relojero. Juntos es distinto. Entonces, la terna más repetida en los últimos tres años se convierte en la quintaesencia de cartel rematado . Tres admiradores entregados cuentan las razones que asisten a su fervor. Lo que sigue es un relato de certidumbres en el que sólo luce una duda: ¿Qué toros saldrán hoy? En el reconocimiento previo fueron rechazados los seis presentados de Aldeanueva.-Joselitista. Mariano Tomás Benítez, de 52 años, comparte su trabajo de magistrado con una afición para nada secreta: Joselito. «Es un torero capaz de realizar un toreo muy estético y puro a la vez» dice para romper el fuego. «Su principal virtud es que realiza el toreo fundamental, pero muy variado», afirma y acto seguido pone el acento en lo que juzga más importante: «Al ser un matador sujeto a la inspiración hay que verle mucho y perseguirle de cerca para apreciar su valor en los justos términos. No es, lógicamente, regular. Para realizar lo que siente necesita la colaboración del toro». Este valenciano que dice seguir la carrera de José Miguel Arroyo «desde el principio» califica a su matador como un torero íntegro «dentro y fuera del ruedo».
«Es una personalidad especial a la vez sensible y muy perfeccionista. Es incapaz de acudir al toreo de recurso. Si no se encuentra bien delante del toro, no lo tapa. Es honesto», recita de carrerilla. Sobre la incierta temporada de 1997, el juez se manifiesta comprensivo. «A Joselito le afecta todo mucho. Es cierto que el año pasado ha sido el más irregular. Quizá al no estar bien con la espada ha perdido seguridad».
En el recuerdo del aficionado queda un toro de Aldeanueva cuando confirmó la alternativa y, sobre todo, la escalofriante cornada de un astado de Peñajara de casi 700 kilos. Ocurrió el 15 de mayo de 1987 y, según Benítez, «fue definitiva porque desde entonces cambió su concepto del toreo y evolucionó hacia la pureza». Por otro lado, señala, «Joselito devolvió sentido a las corridas de un único espada». La frase se detiene en la Beneficiencia de 1993. En una palabra: «personalidad»
-Poncista. «Hace fácil lo difícil. Dispone de una cabeza privilegiada que le permite aprovechar todos los toros». Así, el abogado del Estado, Francisco Ruiz Risueño, de 55 años, inicia la defensa de su matador. Para él, el diestro de Chiva posee «poder, técnica y arte». Es decir, todo. «Yo siempre digo lo mismo: él empieza la faena donde los demás la terminan. Lo que el resto hace cuando el toro está a punto de romperse, Ponce es capaz de realizarlo nada más encontrarse con el burel, cuando está con toda su fuerza». Un toro de Sepúlveda, merced al cual el presidente de Las Ventas se llevó un abucheo escandaloso (se negó a conceder una oreja) y otra faena a uno de Valdefresno -«después de cogerle dos veces, lo dominó»- son dos de los momentos imborrables de este aficionado que lleva años presenciando alrededor de 45 participaciones del diestro por temporada.
Sobre la supuesta animadversión que le profesa «un sector de Madrid» el jurista corta veloz: «El problema es que no se le da la importancia que merece. A Ponce no se le ha regalado nada. No es un torero que la gente tenga predisposición hacia él». En cualquier caso, ahí queda «la quietud». Más sencillo: «inteligencia».
-Riverista. Pablo Antoñanzas, de 37 años, es director de desarrollo corporativo del Real Automóvil Club de España. Pese a la generosidad descriptiva del cargo queda sitio para otro adjetivo: riverista. De las cualidades de su matador destaca una: «La sinceridad. Francisco no tiene nada oculto. Se juega la vida en cada toro. Por los antecedentes que tiene (nieto de Antonio Ordoñez e hijo de Paquirri), se sabe responsable y es consciente de que no puede hacer nada falso».
Antoñanzas destaca, en los cortos tres años como matador de su «amigo y admirado», la última presencia en la feria de Sevilla: «Sabía que no se podía ir sin triunfar y recibió a su segundo toro a porta gayola. Se quedó delante del toro que se venía encima y le fue ganando el terreno con unas verónicas luchadas. La plaza reventó». Cuestión de «pedigrí».
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