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FERIA DE SAN ISIDRO

«Me voy reconocido por la profesión»

«Si te vas, se va a perder un gran torero». La frase corresponde a la madre del diestro. Fue pronunciada en la temporada aciaga de 1984. Entonces, la fiesta estuvo a punto de echarle. Luego vendría lo mejor, y este año decide irse. «¿Qué haré después? No quiero pensarlo. Quiero disfrutar esta temporada como si fuera una fiesta. ¿Con qué me quedo de todo este tiempo? Con el reconocimiento la gente del toro», dice Ortega Cano, de 44 años, después de un cuarto de siglo como matador de toros. Hoy y mañana, hará sus dos últimos paseíllos en San Isidro. La película de la vida del diestro de Cartagena (Murcia) cumple al dedillo con las exigencias de cualquier productor de cine. Érase una vez un joven de origen humilde (quizás pobre). Frutero, para más señas. «En mi familia, para ganarnos el pan, teníamos que arrimar el hombro todos». Un día soñó con la fama y en el duermevela se imaginó camino de la puerta grande madrileña. A pescozones, en el atribulado mundo (quizá sórdido) del toreo cómico fue haciéndose camino («Yo hacía la parte seria del espectáculo. Pero una vez me tocó hacer de payaso. El novillo era demasiado grande y el cómico titular dijo que no. La verdad: no conseguí que nadie se riera»). En el 74 tomó la alternativa y cuatro años después la confirmó.

¿Es necesario contar el resto? «He tenido algún altibajo. Hace 14 años estuve en el filo de la navaja. Pero siempre he sido regular. Mi concepción del toreo es verdadera. Me la juego delante del toro», dice. Para dar fe de ello -continúa la película-, el matador presenta el aval de su cuerpo: 22 cicatrices recorren su estampa como obvia señal de otras tantas cogidas. Llegaron los finales de los ochenta y en un encadenado de imágenes se recogen sus logros: 62 corridas en Las Ventas, cuatro escapadas por la puerta grande y 14 toros indultados en 25 años.

Hay más: la rivalidad con César Rincón, las despaciosas tardes en compañía de un Antoñete reaparecido y, en la imagen nítida del buen toreo, «aquel tercio de quites con Julio Robles», apostilla. ¿Se cumple el sueño? En toda cinta taquillera se impone un sonado golpe de efecto. El 19 de febrero de 1995, José Ortega Cano, torero de modales finos (hasta refinados), se desposaba con Rocío Jurado, tonadillera de arrolladora presencia. «Soy consciente de que es la historia de siempre, la más típica posible», comenta a la vez que presenta un rostro que no admite dudas: «He conseguido éxito, algo de dinero -no el que más, no pretendo eso- y, sobre todo, soy feliz. Rocío para mí es una fuente de creatividad».

Se acaba la película y empieza el cineforum. « Ahora lo analizo y creo que he sido un poco como el ave fenix. Muchas veces me han dado por desahuciado y siempre he resurgido», comenta. Se refiere no a tiempos pasados, sino muy recientes. «El mismo año pasado ya me dijeron que esto no daba más de sí. Sin embargo, ahí está mi reciente triunfo en Sevilla», dice casi retador y sigue: «Creo que Madrid me espera con más respeto si cabe».

Por lo demás, Ortega Cano prefiere no discriminar ningún momento determinado de su carrera. «Siempre he sido fiel a mi forma de sentir el toreo. Nunca he hecho concesiones para ganarme las orejas. Recuerdo, que en 1985, mi apoderado me dijo, delante de un calendario que juntaba 103 contratos, que tenía que ser un corredor de fondo, no de sprint. Pues ni aún así, ese año tuve tres cornadas y una rotura de muñeca. Perdí 53 festejos. Con esto quiero decir, que nunca, ni cuando podía despegarme para ganar dinero, lo he hecho», comenta rotundo.

¿Se puede torear bien y hacer 100 corridas al año? «No y, además, creo que no está beneficiando a la salud de la propia fiesta. Así, se sale a cumplir y no a exponer», declara, y acto seguido hilvana una reflexión general sobre el toreo que se nos viene: «Ahora ves que los matadores que salen de las escuelas no tienen, salvo excepciones notables, personalidad. Se ve mucho de lo mismo».

Cuando acabe el año, le espera -también se cumple el tópico- un futuro de ganadero. «El otro día vi algo maravilloso. Por primera vez presencié el parto de una vaca».

LA CORRIDA DE HOY

Plaza de Las Ventas.

19ª corrida de abono.

Toros de Victoriano del Río, d e Guadalix de la Sierra (Madrid).

Matadores: Ortega Cano, El Cordobés y Eugenio de Mora.

A las siete de la tarde.

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