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FERIA DE SAN ISIDRO

«Palante»

Cayó la de dios -vamos al decir-, pero tiraron pa"lante . Lo habían avisado por megafonía. Primero advirtieron de que «dada la inclemecia del tiempo», se demoraba 20 minutos el comienzo de la función. Y entonces nos fuimos para atrás; quiere decirse que nos apelotonamos en los ambigús, donde uno sólo se moja por dentro. Nos fuimos todos, con la única excepción de los turistas, que quizá no habían entendido el mensaje, y permanecieron en el tendido maravillándose de la nueva versión del sol de España. Transcurridos los 20 minutos volvió a oírse por megafonía la voz del pregonero, que anunció: «Pese a la inclemencia del tiempo y con la conformidad de los toreros la novillada va palante ». Y echamos pa ' lante , tendido arriba, con la conformidad de quien vuelve al redil. Qué le íbamos a hacer.Crujía la tormenta sobre el coso cuando saltó a la arena el primer novillo y toda su lidia se desarrolló bajo una tromba de agua. Alguien denunció a voces que no tenía trapío. Pero qué más daba, con la que estaba cayendo. Genio sí tenía en cambio y José Antonio Iniesta no pudo con él. Muy escasos recursos para dominar a la encastada fierecilla se advirtieron en quien dentro de unos días va a tomar la alternativa.

Buenavista / Iniesta, Ruiz, Abellán Novillos de Buenavista, bien presentados, mayoría mansos aunque con casta, en general dieron juego

José Antonio Iniesta: estocada (silencio); estocada baja (petición minoritaria, ovación y pitos también cuando saluda). Aníbal Ruiz: dos pinchazos y tres descabellos (palmas); pinchazo - aviso -, estocada y rueda de peones (palmas). Miguel Abellán: estocada ladeada (palmas y pitos también cuando saluda); bajonazo descarado perdiendo la muleta - aviso - y descabello (palmas). Plaza de Las Ventas, 19 de mayo. 14ª corrida de abono. Cerca del lleno.

Un matador de toros en ciernes debería saber machetear con eficacia. Un matador de toros en ciernes no puede perder los papeles y pegar mantazos sólo porque el novillo le embiste recrecido. La otra lección, en cambio, la de los dos pases habituales, sí la conoce. Lo demostró en anteriores comparecencias y en ésta también. Al boyante cuarto novillo le ligó una excelente tanda de redondos y apuntó con cierto gusto la suerte natural.

La faena, sin embargo, distó mucho de ser redonda. Estuvo dando tandas alternativas por ambos pitones sin ligazón ni hondura y acabó poniéndose pesado. Mató pronto y una minoría del público pidió la oreja pegando unos gritos desagarradores. Como el presidente no la concedió, se calló la minoría y luego ni aplaudió siquiera. Suele ocurrir. Al público orejista sólo le importa la oreja. Y si no hay oreja se siente estafado. Para el público orejista una corrida sin orejas equivale a un jardín sin flores.

Aníbal Ruiz quiso ganarse la oreja por méritos propios y para ello se enfrascó en una faena de mucho arrojo peleándose literalmente con el segundo novillo sin importarle el furioso aguacero, que arreció justo entonces. Suertes artísticas no se le iban a pedir, ni la gente del tendido estaba para filigranas analíticas. Ahora bien, al salir el quinto empezó a calmar el temporal y ése ya era distinto asunto. La faena de Aníbal Ruiz al quinto se siguió atentamente y, pese a que sufrió una voltereta, la facción crítica le reprochó las destemplanzas, los desplantes para la galería, el circular de espaldas que endosó sin venir a cuento, la monotonía de aquel trasteo interminable.

Le ocurrió algo parecido a Miguel Abellán pues en el sexto novillo dejó de llover y los aficionados le examinaron con lupa. Durante la lluvia había entrado muchas veces a quites, intentó lances variados tirando de repertorio, muleteó voluntarioso al tercer novillo de la tarde. Miguel Abellán tenía el espíritu presto, evidentemente, mas los hados no le eran propicios. La mayor parte de los lances le salieron fallidos, menudeaban los engachones, se cayó al suelo, se llevó una voltereta.

El sexto novillo debía valer para el desquite. Y Abellán lo intentó con denuedo mediante la larga cambiada de rodillas a guisa de saludo capotero, los estatuarios en el platillo para prologar la faena muletera. No obstante volvieron los desarmes, una sesión de derechazos que duró cinco minutos resultó desigual, en la breve incursión a los naturales toreó fuera de cacho, estuvo mediocre en su retorno a los derechazos dichosos, recurrió a las manoletinas, que últimamente valen triunfos... Y tampoco entusiasmó.

Los matadores, las cuadrillas, los alguacilillos, el público en general y los militares sin graduación salieron calados hasta los huesos. Y la verdad es que no había merecido la pena aguantar tanta agua y tanto trueno para semejante resultado. La próxima vez que se le ocurra a alguien echar pa ' lante, que lo sometan a referéndum.

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