¿Otro Arny?

Se sabe que la hepatitis C es una enfermedad de declaración obligatoria. Se sabe que en un quirófano hay hasta cuatro personas como mínimo. Un anestesista tendría que tener muchos y muchas cómplices para pasar inadvertido en un intento voluntario y psicótico para contagiar a tanta gente. Durante un año, ¿el director médico no sabía nada? ¿El registro de enfermedades obligatorias de Valencia ignoraba este dato? ¿El consejero de Sanidad de la Comunidad Valenciana no sabía nada?El anestesista es ya el chivo expiatorio que necesitábamos. ¿No ha sido suficiente con el caso Arny? Otra persona a quien destrozar sin tener la certeza absoluta. ¿Y si resulta que el anestesista no es ni culpable ni un peligroso psicópata? De momento, sólo hay un delito de imprudencia pública en los responsables políticos valencianos por silenciar unas circunstancias que ponen en entredicho a la consejería valenciana y a los responsables epidemiológicos de esa comunidad. ¿En el Ministerio de Sanidad no sabían nada de unas cifras de contagio que están obligados a enviar a la OMS? ¿Ha habido algún silencio connivente político entre Valencia y Madrid?

Hay que tener mucha prudencia al hablar tan categóricamente de las fuentes de contagio, porque nada hay de seguro hasta hoy. Sólo una cosa es ya inapelable: la irresponsabilidad -carísima, por exitus o calidad de vida de muchos pacientes- de algunos responsables sanitarios de Valencia y ¿Madrid? ¿Dimitirán o seguirán cargando las tintas contra el anestesista? .