La policía descubre fraudes con tarjetas de crédito en 50 establecimientos comerciales
VIENE DE LA PÁGINA 1 La policía está en sus primeras fases de análisis de la documentación y por ello no ha evaluado todavía el montante de la estafa. Tiene, eso sí, controlados unos 50 comercios que trabajaban con la banda, y piensa que puede haber unos 200, en Barcelona, Girona y Granada. La mayor parte son clubes de alterne, prostíbulos y restaurantes. El sistema de defraudación era doble. Con las tarjetas que les proporcionaba la banda, los comercios y establecimientos colaboradores empezaban a simular compras de bienes (un abrigo de visón, por ejemplo) o a facturar servicios (sexuales) no realizados ni consumados por el verdadero titular de la tarjeta de crédito. Los beneficios, siempre netos, iban a partes iguales, y las estafas más normales variaban entre las 25.000 y las 300.000 pesetas, siempre en función del volumen de facturación del comercio en cuestión para no levantar la liebre: un restaurante no puede presentar al cobro una ristra de facturas altísimas por sistema, porque pondría sobre aviso de la ilegalidad. Por ello, el montante de la estafa en un restaurante podía ser de unas 20.000 pesetas, en un prostíbulo podía rondar las 50.000, y el récord se lo solían llevar las tiendas de pieles de la organización, que podían hacer operaciones millonarias sin levantar sospechas. La segunda modalidad del fraude consistía en sacar los datos de las tarjetas de los clientes que en los establecimientos de la banda pagaban con este sistema. Los comercios de la red estafadora tenían un complejo sistema informático para copiar todos los datos de las tarjetas de crédito de sus clientes, incluso los más recónditos, y después reproducían en un duplicado con el que reanudaban el proceso de simulación de compras ficticias. Los estafadores jugaban con la ventaja de que cuando al dueño de la tarjeta le llegaba el cargo, éste ya había sido cobrado por la banda. Estaban en fase de expandirse a otras partes de España y habían tendido redes hacia Francia y Portugal. Esta estafa no perjudica directamente a los dueños de las tarjetas más allá del quebradero de cabeza que les puede provocar el hecho de indagar un gasto no realizado. El que acaba pagando los cargos fraudulentos es siempre el banco emisor de la tarjeta. El inspector de la Udyco Carlos Jiménez opina que no hay que ser alarmistas y que las tarjetas de crédito se pueden utilizar con tranquilidad. Eso sí, con algunas precauciones, como no perder nunca de vista la tarjeta cuando se paga con ella.
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