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DESASTRE ECOLÓGICO

Greenpeace halla peces muertos a sólo un kilómetro del Guadalquivir

Javier Sampedro

La organización ecologista Greenpeace comprobó ayer la presencia de peces muertos a sólo un kilómetro del punto donde el Brazo de la Torre (el cauce por donde se desviaron los vertidos tóxicos en un intento de evitar que entraran en el corazón de Doñana) desemboca en el río Guadalquivir. Los ecologistas consideran que este hecho demuestra que el frente de contaminantes ha avanzado 15 kilómetros más de lo que se había calculado, y ello a pesar de que la Consejería de Medio Ambiente de la Junta andaluza sostiene que la acidez de esas aguas es normal. Ésta es la conclusión preliminar de la inspección que, con tres lanchas rápidas, Greenpeace llevó a cabo ayer en ese tramo fluvial. La organización ha fondeado su buque MV Greenpeace, con una veintena de tripulantes, en el puerto de Bonanza, muy cerca de la desembocadura del Guadalquivir en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz). A partir de hoy, los ecologistas tomarán muestras de agua y lodo para analizar su acidez y su contenido en metales pesados.

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Algunos peces estaban todavía boqueando cuando las lanchas los recogieron. El responsable de la operación, Ricardo Aguilar, deduce de este hecho que los peces están muriendo en ese lugar, y no han sido arrastrados hasta allí por la corriente.

Picotear carpas muertas

El Brazo de la Torre es la frontera Este del Parque Nacional de Doñana. Las aves de la zona estaban ayer picoteando las carpas muertas junto a las orillas. Ésta es una evidencia de lo que muchos expertos han postulado estos días: que las aves del corazón de Doñana podían contaminarse por ingerir peces envenenados. En cualquier caso, Aguilar considera «un error» centrar la discusión exclusivamente en si el núcleo de Doñana corre riesgo, toda vez que las áreas también valiosas del entorno han sufrido una devastación indiscutible.

La presencia del MV Greenpeace en Bonanza y las evoluciones de las lanchas rápidas atrajeron la atención de decenas de pescadores de Sanlúcar, que ayer tuvieron que abortar a causa del fuerte viento una salida para faenar. En cualquier momento, el avance de la marea tóxica puede convertir su fuente de ingresos en una masa flotante de peces y mariscos muertos o inaceptables para el consumo.

Desde las lanchas ecologistas -EL PAÍS subió a una de ellas-, bastaba ayer con echar un vistazo al agua para darse cuenta de que algo iba muy mal. Los peces muertos, cubiertos de una repugnante masa de parásitos y larvas de cangrejos, flotaban entre corrientes de un sospechoso color pardusco.

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