Tierra para trabajar y servir a la sociedad
Brasil, abril de 1996. El día 5 de marzo anterior, 3.000 familias de campesinos sin tierra pertenecientes al Movimiento Sin Tierra (MST) brasileño ocuparon la hacienda Macaxeira, en Curionópolos, Estado de Pará (Brasil). Esperaban lograr el asentamiento prometido por el Gobierno. Cansados de esperar respuesta, el 14 de abril iniciaron una marcha en Belem, la capital, para reunirse con el Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria. El día 16, cansados y hambrientos, ocuparon la carretera y pidieron autobuses y alimentos al Gobierno para llegar a Belem. El Gobierno aceptó, pero no cumplió su palabra. A las 12 horas del día 17, la Policía Militar les informó de la negativa gubernamental. Los campesinos volvieron a ocupar la carretera y a las 16 horas dos batallones de la Policía Militar iniciaron la masacre que costó la vida a 21 campesinos del MST. Se podía haber evitado la matanza asentando a los campesinos en la hacienda Macaxeira, pero en lugar de tierra el Gobierno brasileño les envió la Policía Militar. En Brasil el 2% de los propietarios tienen el 60% de la tierra agraria. A partir de entonces el movimiento internacional Vía Campesina declaró el 17 de abril Día Internacional de la lucha campesina. Euskadi, abril de 1998. A Koldo Zubillaga, ganadero de leche de Aretxabaleta, la autovía Eibar-Gasteiz le va a partir en dos su explotación. A Pello Bereciartua, de Iurreta, el tren de alta velocidad le va a arrancar los mejores pastos para sus vacas pirenáicas. Arantxa Lizarralde, tras mucho esfuerzo para poner sus manzanos en producción, verá cómo el Cinturón 2 de Donostia a su paso por Astigarraga los arrancará sin misericordia. El joven Josu Etxebarria estaba interesado en comprar cinco hectáreas para aumentar la dimensión de su explotación de ovejas, pero le han pedido 10 millones la hectárea, que es el precio pagado en los alrededores para la construcción de chalets. A Eneko Biguri, horticultor, un propietario forestal urbano le ha plantado pinos en todo la linde de sus huertas y dentro de 15 años el sol entrará con cuentagotas en su caserío. Andoni, Peru, Txus, Ainhoa e Iratxe han tocado las puertas del sindicato EHNE. Son peritos agrícolas y quieren vivir de la agricultura. Llevan meses pateando Bizkaia en busca de unas hectáreas de terreno para instalarse, y están a punto de desistir. En su largo caminar han visto cientos de hectáreas fértiles infrautilizadas o semiabandonadas. Están dispuestos a ocupar tierras e instalarse por la brava. Estos ejemplos con nombre figurado forman parte de nuestra realidad cotidiana. En Euskadi la tierra se está convirtiendo en un bien inalcanzable para generar empleo y riqueza desde la agricultura. El 22 de abril, Día de la Tierra, he querido recordar la lucha de los campesinos brasileños del MST y a la vez hacer una llamada al conjunto de la sociedad vasca. Dos realidades, la vasca y la brasileña, muy diferentes y con una vinculación común: la tierra. Como partícipe de una organización agraria vasca pegada al territorio rural, quiero reivindicar la tierra al servicio de una agricultura productiva, sostenible, de calidad y útil para la sociedad. Y la situación de la tierra agraria en Euskadi hace tiempo que tiene encendida la alarma roja. Nuestra sociedad es eminentemente urbana. Las necesidades y proyectos de infraestructura forman parte de nuestra realidad cotidiana. Pese a la gran oferta de polígonos industriales, otros nuevos están en marcha. Un pueblo sin variante casi está mal visto, más con la creciente densidad de tráfico y peligros añadidos. Casi todo el mundo suspira por la vivienda unifamiliar, el terrenito y la tranquilidad del medio rural. Los crecientes consumos de electricidad requieren el paso de líneas de alta tensión, la construcción de parques eólicos, etc. La vivienda es uno de los problemas pendientes de nuestra sociedad, inalcanzable para muchos, y que requiere de espacio físico para aumentar su oferta. Empresas del transporte vasco amenazan con marcharse por falta de suelo en la comunidad autónoma. Todas estas realidades están ahí. Pero como no hagamos las cosas manifiestamente mejor que hasta ahora y ordenemos y protejamos el suelo agrario, pronto nos daremos cuenta de que en este viaje vamos a perder todos, en clave social, económica y de calidad de vida en general. Hoy es un buen día para recordarlo. Para nosotros será el estandarte de nuestra lucha sindical.
Manu Marañón es coordinador del sindicato agrario EHNE.
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