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Tribuna
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Paralelismos

Andrés Ortega

El problema histórico del Ulster, se ha repetido hasta la saciedad, tiene poco o nada que ver con el del País Vasco. Sin embargo, un interés por parte de los nacionalistas vascos por las cosas irlandesas, incluida la religión, el éxito de los dramas patrióticos irlandeses en Euskadi durante la República y anteriormente -"La vieja que pasó llorando, era la patria", de la obra de Patrick Pearse, según nos recuerda Jon Juaristi en El bucle melancólico-, un propio enfoque de la idea del nacionalismo, los contactos personales, incluso de partido a partido -como entre el Sinn Fein y HB-, o contactos operativos entre organizaciones como ETA y el IRA, han alimentado lo que casi constituye un mito.Aunque no haya relación entre lo nuestro y aquello, el acuerdo sobre el futuro, no sólo del Ulster, sino de Irlanda e incluso del Reino Unido, puede aumentar las presiones para negociar algo en el País Vasco que lleve a la paz. Pues la paz ha sido el objetivo primero de este proceso en Irlanda. Y a este respecto puede haber lecciones provechosas de un proceso negociador que empezó el anterior Gobierno británico, el de John Major, y que ahora ha logrado una primera conclusión con Blair. Fue preparado con discreción, para lo que se estudiaron detenidamente otros casos, como las negociaciones que llevaron al fin del apartheid en Suráfrica. Quizá uno de los elementos esenciales que marca la diferencia con lo nuestro es que los terroristas de una las partes norirlandesas, el IRA, tienen un brazo político con un dirigente al frente, Gerry Adams, con el que ha sido posible negociar y con el que Blair parece tener una relación incluso personal.

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Naturalmente, el proceso ha sido posible porque ha partido de una tregua aceptada por las organizaciones terroristas con capacidad de interlocución indirecta, aunque queden grupúsculos sueltos y dañinos. El resultado estaba sobre la mesa, de una forma u otra, casi desde el primer día. Ahora queda ponerlo en práctica, y proceder al desarme de los grupos terroristas bajo el control de una comisión internacional presidida por un militar canadiense. Será una parte sumamente complicada, que, pese a la política declaratoria, no podía empezar realmente a funcionar hasta que no hubiera un acuerdo político previo sobre el nuevo marco constitucional y administrativo para el Ulster.

Pero quizá la lección más interesante que se puede sacar, y que puede valer para otros procesos de este estilo en el mundo, es la de las llamadas condiciones de Mitchell -por el nombre del ex senador estadounidense que ha presidido estas negociaciones- que debieron acatar las partes para participar en las negociaciones. Fueron seis, que, además de las referentes a la tregua y al "total desarme de todas las organizaciones paramilitares", obligaba a los que se adentraban por esta senda a comprometerse de manera "total y absoluta" a "emplear medios democráticos y exclusivamente pacíficos para resolver las cuestiones políticas". Y, lo que es igualmente importante, a "aceptar acatar los términos de todo acuerdo concluido en las negociaciones ( ... ) y "recurrir a métodos democráticos y exclusivamente pacíficos en sus tentativas de modificar todo aspecto de este acuerdo al que no pudieran adherirse". Es decir, unas reglas del juego claras. Claro que lo más difícil será que se apliquen estos principios, no sólo al comienzo del juego, sino en su desarrollo.

A todo ello hay que añadir las dimensiones americana y europea, pues, por una parte, al proceso ha contribuido de manera decisiva el peso político aportado por EE UU. Por otra, los condados noirlandeses seguirán siendo parte del Reino Unido, pero se ponen las simientes para hacer que tal condición pueda acabar resultando irrelevante en un Estado en proceso de descentralización -algo a lo que España ha llegado con creces hace tiempo-, y en una Unión Europea a la que pertenecen Londres -ahora menos euroreticente- y Dublín, que relativiza todas las cuestiones de soberanía, incluida la tan peliaguda del Ulster. La integración europea también ha contribuido al acuerdo.

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