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El Museo del Cine de Girona recorre los orígenes de la cultura de la imagen

El centro se inaugura hoy con un fondo de 25.000 piezas de arqueología fílmica

El Museo del Cine de Girona, que hoy abre sus puertas en un antiguo edificio rehabilitado del casco urbano de la ciudad, recompone el camino trazado por la humanidad en sus intentos de reproducir las imágenes en movimiento. El recorrido del museo se inicia con unas marionetas para el teatro de sombras del siglo XVIII, procedentes de la isla de Java, y termina con el milagro técnico que representa la cámara proyector de los hermanos Lumière. Entre estos dos hallazgos se sitúa la extraordinaria selección de piezas de arqueología cinematográfica coleccionadas a lo largo de 25 años por Tomàs Mallol: 7.500 aparatos y accesorios precinematográficos y del cine de los primeros tiempos, 15.000 documentos, 800 películas y 700 libros.

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El museo, el único en su género que existe en España, permite un ameno y sistemático recorrido a través de los inventos y hallazgos que contribuyeron a poner los cimientos de la actual civilización de la imagen.La sede del museo es un edificio de tres plantas situado en el centro de la ciudad. Además de sus 1.500 metros cuadrados de exposición permanente, cuenta con otros 1.000 metros de recintos de proyección, talleres experimentales, videotecas con cabinas individuales y salas para exposiciones temporales.

Después de la remota sombra humana sobre la superficie de la tierra, las sombras chinescas constituyen el primer precedente de la proyección de imágenes sobre una superficie plana. El visitante inicia su recorrido bajo el epígrafe Entre sombras. Se le muestran marionetas utilizadas en Indonesia e India, así como otras curiosidades orientales que nacen de la fascinación por la luz y las sombras. Por ejemplo, unas bolas chinas de metal perforado con una vela en su interior que dibujaban intrincados arabescos en las habitaciones oscuras.

Fantasmagonas

Las linternas mágicas son las precursoras del actual proyector de diapositivas. Su técnica, que consistía en la proyección de imágenes pintadas en una placa de cristal, ya era conocida a mediados del siglo XVII. Dos siglos más tarde se industrializa su construcción y se utilizan en espectáculos públicos. Monstruos, esqueletos y diablos aterrorizarán al público que asiste a las sesiones de las llamadas "fantasmagorías". Variados efectos truculentos encandilan a una audiencia ávida de nuevas sensaciones. El museo expone curiosas liternas mágicas de metal construidas a finales del siglo XIX y una colección de placas de cristal que constituye un apasionante viaje iconográfico guiado por una fantasía delirante.El praxinoscopio, otro de los ingenios que expone el museo, fue presentado en la Exposición Universal de París de 1878 por el joven maestro de escuela Emile Reynaud. Una manivela hace rotar una tira de cartón con imágenes . que se reflejan en un círculo central de espejos. El movimiento logra reconstruir una acción descompuesta. El fenómeno de la persistencia retiniana, ya conocido por los sabios griegos cien años antes de Cristo, está en el origen del milagro. Las tiras intercambiables, de las que el museo conserva una apreciable colección, constituyen el embrión de la narrativa cinematográfica: un equilibrista sobre la barra, un perro pasando por el aro, una niña saltando a la comba, etcétera.

La aparición de la fotografía, con su capacidad de reproducir fielmente la realidad a través de la química, constituye otro de los puntales del cine. El museo expone una cronofotografía de E. J. Marey, un médico que a finales del siglo XIX estaba interesado en conocer con precisión el encadenamiento de los movimientos humanos para tratar algunas enfermedades de las articulaciones. Inventó una cámara capaz de realizar diversas fotografías en un segundo. El cine estaba a la vuelta de la esquina.

El milagro técnico que abrió las puertas al cine espectáculo llega de la mano de los hermanos Lumière. Su proyector, capaz de filmar, proyectar y sacar copias, evitaba las sacudidas durante la proyección gracias a un mecanismo de arrastre inspirado en las máquinas de coser, que tiran del tejido pero lo detienen un instante para que la aguja pueda atravesar el hilo. De la misma manera, unos dientes se clavaban en las perforaciones del celuloide y detenían las imágenes ante el espectador un doceavo de segundo, el tiempo justo para crear la ilusión del movimiento.

El aparato que expone el Museo del Cine de Girona, una de las joyas de la colección, salió de los talleres Lumière en el año 1895. Uno de ellos se usó unos meses más tarde para la primera proyección pública de la historia del cine, en el Salón Indio del Gran Café de París. El museo, regido por una fundación integrada por diferentes organismos públicos, espera recibir 20.000 visitantes en lo que queda de año.

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