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El urbanismo de los ciudadanos

La dilatada permanencia de las formas construidas no permite alentar muchas expectativas sobre cambios inmediatos en la forma de las ciudades. Y sin embargo los gobernantes deciden con frecuencia hacer suyas y aun alentar las discretas aspiraciones de todos a una nueva imagen del espacio urbano. Los deseos generales de cambio de las condiciones urbanas quizá tengan un doble origen, práctico y estético, como aspiraciones al funcionamiento de las grandes ciudades y a una nueva figuración -vagamente utópica- del espacio común. En este final del siglo XX la imagen de la ciudad, y la figuración del espacio común de ella, interesan a todos, y por eso muchos se ofrecen como publicistas de ideales urbanos.EI pensamiento urbanístico que merece adentrarse en el siglo XXI es el que, lejos de asumir la imposición de nuevos o rehabilitados códigos estéticos para las ciudades, ajeno a las sucesivas reconstrucciones nostálgicas del clasicismo, y escéptico ante los halagos interesados y estratégicos a las ciudades, está tratando de emanciparse de los esquemas jerárquicos de orden, de las estructuras cerradas, y de la monotonía y anomia de las formas continuas, asumiendo que la evolución de cada ciudad es discontinua y paradójica.

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La coexistencia en las periferias urbanas de códigos estéticos diferentes, la fricción de formas naturales y construidas, la convivencia de elementos urbanos en la naturaleza, los modos sociales de usar espacios de forma imprevista..., son expresiones de una imagen actual del espacio urbano en muchas ciudades europeas o americanas que se han incorporado a la sensibilidad estética del hombre actual.

Clasicismo

Quizá sea realizable en el siglo que entra cierta idea de clasicismo como aspiración estética basada en el equilibrio y el gozo de las formas. Pero el equilibrio en la ciudad no es ya posible sin mezcla ni tensión entre naturaleza y formas construidas, entre preexistencias del pasado y formas innovadoras, entre usos diversos, entre códigos de orden diferentes. La ciudad ha de ser repensada como estructura abierta, donde el destino de sus partes y el valor de sus formas se juega en cada decisión.Lleva razón por eso Fernando Savater cuando advierte que ya no hay más ciudad ideal que la que nace de la controversia y el diálogo, del juego entre el disenso y el pacto. Los gobernantes harán bien en organizar los modos para la gestión urbanística y la estrategia para la captación de inversiones, pero desafortunadamente poco podrán aportar a la recreación de un ideal de ciudad, de un urbanismo del siglo XXI.

El urbanismo que hoy interesa es el que permite comprender el espacio de la ciudad en su conjunto y gozar de él; el que recompone los contrastes y los reconcilia con el sentido práctico y la sensibilidad artística de las gentes, de modo que el buscado renacimiento urbano se haga inseparable de la regeneración del juego social.

Damián Quero es arquitecto especialista en urbanismo, autor de planes territoriales y urbanos.

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