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Blair está convencido de que habrá un acuerdo sobre la pacificación del Ulster antes del jueves

Visiblemente ansioso por desterrar toda impresión de fracaso en las negociaciones de paz para Irlanda del Norte, el primer ministro británico, Tony Blair, reiteró ayer que la paz en el Ulster es posible y está, más que nunca, al alcance de quienes quieren ver una solución a casi tres décadas de violencia. Blair minimizó los nubarrones que amenazan con atrasar la adopción de un acuerdo político entre los grupos unionistas y los católicos nacionalistas. "Estoy lleno de esperanza" dijo Blair, confiado en que se pueda alcanzar un documento final antes de la fecha límite del jueves.

Las próximas horas van a ser decisivas. Las conversaciones se han intensificado en este fin de semana. El viernes, los representantes de los ocho partidos estuvieron a punto de alcanzar un acuerdo definitivo. Ante el aparente bloqueo, optaron por suspender temporalmente las maratonianas negociaciones y consultar con sus respectivas direcciones los aspectos más delicados del pacto en ciernes. El ex senador estadounidense George Mitchell, que sirve de mediador, se vio obligado a aplazar su objetivo de presentar un documento consensuado. Aún queda tiempo hasta la fecha límite del jueves. Un plazo que, por el momento, nadie se atreve a discutir. Es parte del proceso.El optimismo del primer ministro británico tiene una clara intención: calmar los ánimos tras la agitada jornada del viernes, en la que tanto unionistas como católicos expresaron su indisimulada frustración y pesimismo con la marcha de las negociaciones. "La solución está al alcance de la mano, si es que tenemos el coraje de tomarla", dijo Blair. A su lado, el primer ministro irlandés, Berthie Aheren, le dio la razón: "Ésta es una oportunidad histórica". Ambos mantenían anoche un contacto permanente para zanjar todas las diferencias.

Los principales escollos siguen siendo tres, todos ellos de peso: la ausencia de acuerdo en torno a los poderes que tendrá la nueva Asamblea legislativa de Irlanda del Norte, que se mantendrá bajo control de Londres; el papel que desempeñarían las nuevas instituciones con potestades sobre toda la isla -el más importante de todos es el establecimiento de un órgano fronterizo entre las dos Irlandas y los poderes que éste tendría-, y, por último, los cambios que Dublín se ha comprometido a introducir en su Constitución.

A pesar de la persistencia de estos obstáculos, que podrían hacer fracasar todo el proceso, Blair insistió ayer en su versión más optimista, y dijo que se están realizando grandes avances. "Los dos Gobiernos estamos trabajando bien; estamos haciendo progresos, pero, obviamente, aún existen dificultades que debemos superar".

Los nacionalistas del Sinn Fein, el brazo político del Ejército Republicano Irlandés (IRA), propugnan la creación de unas instituciones fuertes con jurisdicción a ambos lados de la frontera. Los unionistas, partidarios de mantener la relación con Londres, temen que ese órgano se convierta en un instrumento de hecho que termine por anular la frontera y sentar las bases para una indeseada unificación de la isla, dividida en 1921.

La posición del IRA

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Un importante sector del IRA ve con recelo e impaciencia este proceso negociador, ya que lo consideran como una claudicación ante los designios de Londres. Esta posición, y la otra, más dialogante, que coincide con la postura del Sinn Fein, va a ser debatida clandestinamente en los próximos días. El IRA debe decidir si mantiene la tregua que aceptó en julio y si la amplía otros cuatro meses.Para Londres, el descontento en las filas radicales del nacionalismo norirlandés ha quedado demostrado con el descubrimiento de 400 kilos de explosivos con los que, según los investigadores, el IRA planeaba atacar objetivos dentro del Reino Unido. La policía irlandesa interceptó un coche bomba que iba a ser introducido en un transbordador desde Dun Laoghaire, al sur de Dublín, con destino a alguna célula secreta, pero activa, dentro de Inglaterra.

La prensa británica publicaba ayer las sospechas de que estaba destinada a perturbar el Grand National de Aintree, que anualmente atrae a decenas de miles de personas a Liverpool.

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